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El Titanic en Madrid


La mayor parte de nuestro conocimiento social, así como nuestras creencias sobre el mundo, emanan de las informaciones que leemos o escuchamos a diario. Es muy probable que no exista otra forma de conocimiento, salvo al que nosotros podemos acceder de forma directa, o sea, viendo, tocando y sintiendo. Incluso de esta manera no todo lo que podemos observar de forma directa, es lo que realmente existe, pues siempre recibiremos las cosas desde nuestro punto de vista y forma de pensar y creer. 
A pesar de todo, esta página lo único que hará será exponer aquellos sucesos que trascienden a consecuencia de su singularidad, la cual los hacen sobresalir de los hechos normales y cotidianos de cada día. Espero que les sea al menos, interesante.


La exposición del Titanic en Madrid
Esta entrañable experiencia, con una alta carga humana y emocional, permitirá a los visitantes conocer la verdadera historia del buque y contemplar cerca de 200 objetos originales (algunos de ellos nunca antes expuestos), así como recreaciones de partes interiores del buque. De esta manera, los pasajeros de la muestra podrán recorrer un pasillo de primera clase, contemplar un camarote de tercera o incluso tocar una placa de hielo. Entre los objetos expuestos se encuentra la pieza original que inspiró a James Cameron para crear la joya de ficción denominada corazón de la mar, las cartas escritas por el primer oficial William Murdoch, el famoso anillo de la pasajera Gerda Lindell o relojes parados en la hora exacta del hundimiento.



El día 9 de abril de 1912, en un acto que se celebró  en el Ayuntamiento de Southampton, el presidente de la   Royal Mail Steamship Union  (Real Unión de Vapores Correo), ofreció  a Lord Williams James Pirríe, alcalde de la ciudad y presidente de Harland and Wolff , o sea  los astilleros donde se acababa de construir el Titanic, una placa de bronce y plata, reconociendo al Titanic como el más grande, con más eslora  y mejor vapor, construido por el hombre, por lo que en este mismo acto se le nombró   "La reina del Océano".
La placa, es una aleación de  bronce y plata, con  unas medidas de  28,5  por 37 centímetros, con un peso de casi  dos kilos. Examinando más de cerca la referida placa, se puede observar como en su interior, aparece un cableado, que da luz a una pequeña lámpara,  que alumbraba una pequeña ventana donde aparece  la imagen del Titanic,  conservando aún   su lámpara y su cable eléctrico  original, lo que significa que ha permanecido más de cien años guardada, sin utilizar su luz interior.

Este reconocimiento, que tuvo una notable repercusión mediática en su momento, fue llevado al despacho profesional del presidente de los astilleros, y ahí se le perdió la pista  hasta que no hace mucho tiempo ha vuelto a aparecer. Esta es su pequeña historia:
En el año dos mil tres aproximadamente, un ciudadano británico se la ofreció a un marchante de arte,  en  Barcelona, intentándosela vender al encontrarse en un aprieto económico, sin conocer, naturalmente, la historia de la misma, ni él, ni el marchante al que se la ofreció.
Sin embargo, Leo Lorenzo Sancho, nieto del anticuario barcelonés y joven  fanático del Titanic, que por casualidad acompañaba a su abuelo, escuchó  la conversación mantenida entre ambos,  y se interesó por la placa, simplemente como objeto decorativo, y acabó comprándosela, ante la sorpresa de su abuelo,  el cual no  dio valor a la misma y rechazó comprarla.
Hace unos días, Leo Lorenzo,  que en la actualidad es propietario de una tienda de arte en Granada, se puso en contacto con la  Fundación Titanic, ofreciendo esta original, y valiosa pieza, para que sea exhibida en la exposición Titanic The Reconstruction, donde esta placa es una de sus piezas estrella.
Al conocerse esta pieza conmemorativa del Titanic, varias personas se han  puesto en contacto con su propietario, llegando a  ofrecer  importantes cantidades por adquirir esta reliquia a su propietario, que  por ahora, no tiene intención de venderla, sino de que sea expuesta al público en la exposición de la Fundación Titanic cuya institución, naturalmente, a agradecido al empresario granadino su gesto, cediéndola para la  exposición.

Como dato curioso, Jesús Ferreiro, presidente internacional de la Fundación Titanic, nos dice que  “La historia del Titanic, y la de sus dos barcos gemelos, el Olimpic y el Britanic, comienza en la mansión londinense, propiedad de Lord James Pirri socio mayoritario de los astilleros más grandes del mundo, Harland and Wolf. En esta casa se reunió a cenar la noche del 10 de junio de 1907, con Bruce Ismay director gerente de la compañía naviera White Star Line.
Esa noche, decidieron la construcción de los tres barcos más grandes del mundo. Esa noche también decidieron los nombres que llevarían cada barco. Al primero le llamarían Olimpic, al segundo Titanic y el tercero Gigantic, nombre que después de la tragedia del Titanic cambiaron por Britanic. Curiosamente, la casa donde nació el Titanic,  es en la actualidad la Embajada de España en el Reino Unido.
Según Jesús Ferreiro, si visitamos la exposición "Titanic The Exhibition" podemos ver una acción original de este holding. Así mismo, veremos un cheque original de la compañía naviera propietaria del Titanic, con la firma de su director gerente, Bruce Ismay, que viajaba en el  barco  y al que muchos historiadores señalan como el autentico culpable de la tragedia, al ordenar al capitán Smith navegar a más velocidad de la recomendada en una zona de hielos. 

Bruce Ismay sobrevivió a la tragedia aunque, por ocupar el puesto de una mujer en un bote salvavidas, fue rechazado por la sociedad británica y murió en la soledad de su mansión irlandesa en 1937.  Un año y medio después de aquella decisiva cena en la mansión de Lord James Pirri, se colocaba la primera pieza de la quilla del Titanic. Era la mañana del 31 de marzo de 1909.
Aunque en los astilleros Harland and Wolf trabajaban 14.000 operarios, fueron cerca de 3.000 hombres los que, durante 27 meses, trabajaron intensamente para terminar la construcción del Titanic.
Para su construcción, se necesitaron 27.000 toneladas del mejor acero. El casco del Titanic estaba compuesto por chapas de acero, dos centímetros y medio de grosor, que se unían con  más de tres millones de remaches.
En la exposición pueden  ver, y tocar, una parte del casco del Titanic y, comparando  su grosor y la unión efectuada por los remaches. Recordemos que en el año 1912 todavía no existía la soldadura y la unión de las chapas se realizaba con remaches, tal y como pueden apreciar en  trozo de chapa expuesto en "Titanic The Exhibition".

 

En su visita a la exposición, pueden admirar el colosal tamaño de las hélices del Titanic. Las dos laterales, ambas con tres palas, tenían un diámetro de siete metros y pesaban la friolera de 38 toneladas cada una. La hélice del centro, de cuatro palas, medía cinco metros de diámetro y pesaba 22 toneladas.
La construcción del Titanic le costó a la compañía naviera White Star Line la astronómica cifra de 10 millones de dólares de 1912, actualmente casi mil  millones de Euros. El dinero para financiar esta construcción llegó de los Estados Unidos, concretamente del financiero John Pierpont Morgan, más conocido, incluso actualmente, por JP Morgan.

A las 12 del mediodía del 31 de mayo de 1911, el Titanic era botado a la mar. A este importante acto asistieron, junto al Alcalde de Belfast que presidio el acto, JP Morgan, Pirri, Ismay y todos los directivos, personal de la empresa constructora, de la compañía naviera y más de 100.000 personas, que se agolparon por las inmediaciones de los astilleros para presenciar el nacimiento del “buque de los sueños”.
Fue un acto impresionante, como impresionante era todo lo relacionado con el Titanic. Por ejemplo, sus medidas. Desde  la cubierta principal hasta la quilla, el Titanic medía 57 metros de alto. Desde la proa hasta la popa 270 metros de largo  y 30 metros de ancho. En la cubierta del Titanic podrían haberse construidos tres campos de fútbol de primera división. Cada una de las tres anclas del Titanic pesaba 15 toneladas. El casco pesaba 45.000 toneladas de registro bruto.
El responsable de hacer realidad las ideas de Lord Pirri y Bruce Ismay,  no fue otro que el joven ingeniero jefe de los astilleros Harland and Wolf, Thomas Andrews, que tenía fama de excelente ingeniero naval y buen diseñador. Era además, un meticuloso trabajador que acostumbraba a revisar cada plano infinidad de veces y él  mismo estaba muy pendiente de los trabajos que se iban realizando. Hasta tal punto se tomo en serio su trabajo al frente de la construcción del Titanic, que quiso realizar a bordo del barco su viaje inaugural para supervisar todo su funcionamiento y anotar todas las mejoras que se tendrían que realizar a bordo.

Por que llevaba sus compartimentos estancos,  se decía que el Titanic era prácticamente insumergible,  y la verdad fue que, gracias a estas puertas estancas, el Titanic tardó casi tres horas en hundirse. Los ingenieros calcularon que si no hubiese llevado estas puertas estancas, el barco se hubiese hundido en menos de 30 minutos, por lo que, gracias a la colocación de estas puertas y a su buen funcionamiento, se pudieron salvar muchas vidas humanas.
Los tres motores unidos del buque generaban una potencia superior a los 50.000 caballos, lo que podían hacerle navegar  a una velocidad increíble, incluso para nuestro tiempo, de 25 nudos.  Las máquinas del Titanic medían casi 20 metros de altura, igual a un edificio de cuatro  plantas.
El mando del Titanic fue confiado al mejor capitán de la época, Eduard James Smith, conocido como Capitán Smith. Era, sin duda, el más veterano y mejor capitán de la White Star Line.  Llevaba 35 años en la compañía y jamás había sufrido ningún grave accidente. Le llamaban “el capitán de los millonarios” porque la compañía naviera siempre le daba a él  el mando de sus mejores y más modernos barcos, donde viajaban los millonarios de aquella época.  Éste iba a ser el último viaje del capitán Smith, ya que se jubilaba a la llegada del Titanic a Nueva York.

Son las 12 en punto del mediodía,  del 10 de abril de 1912  y el Titanic acaba de soltar amarras del muelle número 44 de la White Star Line, en el puerto inglés de Southampton.  Viajan a bordo del buque más grande del mundo 2.208 personas, entre pasajeros y tripulantes,  en su primer y último viaje. Varios remolcadores ayudan al navío a maniobrar para alejarse del muelle y poner rumbo a alta mar.
Tras abandonar el puerto inglés de Southampton, el Titanic se dirigió al puerto francés de Cherburgo, donde tuvo que fondear en su bahía, al no caber un barco tan enorme en el interior del puerto, se utilizaron barcazas para que subieran pasajeros, sobre todo de segunda y primera clase. En este puerto francés embarcó la famosa Molly Brown y el multimillonario y joven matrimonio español formado por Josefa Peñasco y Víctor Soto, así como dos de sus sirvientas y su mayordomo.


William Murdoch, fue, sin lugar a dudas, uno de los personajes más importantes en la historia del Titanic, tanto por el cargo que ocupaba a bordo, como por su heroico comportamiento personal y profesional.
Murdoch era el primer oficial del Titanic y fue la persona que se encontraba al mando del buque cuando este colisionó con el iceberg. Él tuvo que decidir, en décimas de segundo, qué maniobra tomar y él decidió, como primera orden después de chocar, cerrar inmediatamente las puertas estancas.
El papel de este oficial también fue ejemplar durante las maniobras de evacuación de los pasajeros. Era el responsable de los botes salvavidas en la cubierta de estribor, y ordenó llenarlos completamente, aunque fuese con hombres. En la cubierta de babor, por el contrario, el oficial responsable no permitió que ningún hombre embarcase en los botes salvavidas, y éstos se arriaron sólo con mujeres y niños, llevando en su interior solamente a la mitad de personas que podían haberse salvado.  Algunos botes solo llevaban 14 o 15 personas, cuando su capacidad total era de 72. Debido a ello, más del ochenta por ciento de los hombres que se salvaron en el Titanic, le debieron su vida a Murdoch.

Por último conviene destacar de este excelente oficial que, cuando ya el barco estaba a punto de desaparecer bajo las heladas aguas, y el agua le cubría la mitad de su cuerpo, consiguió, en un esfuerzo sobrehumano, cortar, con su navaja, los cabos que impedían arriar el último bote salvavidas.  Gracias  a este último esfuerzo del oficial Murdoch, 12 personas pudieron salvarse,  aunque a él ya no le quedaron fuerzas para subir a  bordo, muriendo  congelado en la mar, agarrado a la borda  del bote que había conseguido salvar con el esfuerzo que le costó la vida.
En la exposición podemos ver dos importantes documentos originales. Se trata, ni más ni menos, que las dos únicas cartas, escritas a bordo del Titanic, por su heroico primer oficial William Murdoch. También veremos el  catalejo utilizado por este valeroso oficial. Sin duda un objeto importante por haber sido utilizado y ser propiedad, de uno de los hombres que, para salvar más vidas humanas, lucho enérgicamente hasta los últimos instantes de su ejemplar vida, como un hombre de honor y como marino.

Eran las once de la mañana del miércoles 10 de abril de 1912. En ese momento se quitaba la pasarela que unía al Titanic con el muelle número 44 de la White Star Line. Por esa misma pasarela habían atravesado el portalón de embarque las personas más ricas e influyentes de aquella época junto a las más pobres, los inmigrantes,  que abandonaban sus países con el fin de reiniciar sus vidas en “el nuevo mundo”. En primera clase embarcaron  324 personas, 277 en segunda y 708 en tercera clase. Además, el Titanic llevaba 898 tripulantes. En total viajaban en el Titanic 2.207 personas.

Durante su visita a "Titanic The Exhibition" puedan admirar la maqueta más grande que se ha construido y la única que existe con uno de sus costados abiertos, para que puedan observar la distribución  interior del “barco de los sueños”.  Contemplando esta esplendida maqueta podemos imaginarnos porque al Titanic se le llamaba   “palacio flotante”. Pueden observar las grandes escalinatas, los comedores, la piscina, los baños turcos, las calderas, carboneras, sala de maquinas, etc.
Cuando el Titanic abandonaba definitivamente las costas de Irlanda, en la tarde del 11 de abril de 1912, muchos de los inmigrantes que iban a bordo se dieron cuenta de que, quizás, aquella era la última vez que  veían su tierra de origen.
Una de las familias más adineradas que viajaba a bordo del Titanic era la familia  Widener.  Esta rica familia regresaba a Philadelphia  después de haber viajado hasta París con el único fin de comprar la tela para la confección del traje de novia de su hija, que esperaba casarse en el mes de julio, pero que no viajaba con ellos.

 
Una vez se produjo el choque y cuando todos se disponían a subir a los botes salvavidas en la cubierta B, el oficial solo permitió subir al bote a la señora Eleonor Widener, mientras que a su esposo, su hijo, de 19 años, y a su mayordomo, no se les dejo subir. Este bote fue arriado con solo 28 personas, cuando estaba preparado para 72.
Tres semanas más tarde,  un barco que la compañía White Star Line envió a la zona del naufragio para recuperar los cuerpos que aparecían flotando, encontró el cadáver de Edwin Keepin, mayordomo de la familia Widener. En un primer momento se pensó que era el cuerpo de George Widener, pero cuando revisaron sus datos se comprobó que era el mayordomo. En el cuerpo de Keepin se encontró un extraordinario medallón de oro y brillantes, así como cientos de dólares en los bolsillos de su abrigo y ropa.
En la exposición  pueden admirar este extraordinario medallón, de oro y brillantes, que Edwin Keeping llevaba puesto cuando fue recuperado su cadáver. Como verán  todavía conserva la fotografía de su mujer  en la parte interior del medallón.


Uno de los símbolos de la belleza, el lujo y el esplendor del Titanic, era la gran escalinata de proa. Al entrar en ella, tras un paseo por la cubierta de primera clase, se notaba como la luz natural penetraba por la cúpula de hierro y cristal que la cubría y que se reflejaba en la pálida madera de roble real y en sus doradas y elaboradas balaustradas.
En la pared del rellano superior se podía ver un gran panel, también de roble real, tallado, con un reloj, el cual estaba rodeado por dos figuras, que simbolizan el honor y la gloria, ubicadas  por encima del reloj, simbolizando como el honor y la gloria deben de estar siempre por encima del tiempo. Por esta gran escalinata, los pasajeros de primera clase bajaban al salón comedor.
Cuando el Titanic estaba a punto de hundirse, Gerda y su marido Edgar Lindell, junto al pasajero Carl Olor Jansson, que se encontraban en la cubierta,  se lanzaron al agua y nadaron hasta el bote salvavidas, precisamente el último en ser arriado al mar. Este bote se encontraba casi lleno de agua y completamente abarrotado de gente, aproximadamente 45 personas.  El pasajero Oloff y el marido de Gerda, Edgard, consiguieron subirse, pero Gerda, ya sin fuerzas y al límite de morir congelada, no pudo subir a bordo a pesar de que su marido la estuvo agarrando constantemente e intentando  librar el cuerpo de las heladas aguas.


El marido de Gerda cayó desvanecido en el interior del bote y fue otro pasajero, August Wennerstorm, quien sujeto e intentó subir a Gerda pero cuando se dio cuenta que no le contestaba pudo comprobar que había muerto congelada y con su mano agarrada a él. Después de varios minutos Wennerstorm  no tuvo más fuerza y soltó la mano de Gerda.
Al soltar la mano de Gerda, Wennerstorm cayó también desvanecido y,  en algún momento, mientras sostenía su mano, el anillo de Gerda se deslizó de su dedo y cayó al fondo del bote.
Casi un mes después de la tragedia, el buque Oceanic encuentra a la deriva, a más de 300 kilómetros de la tragedia, este último bote, y al vaciarlo de agua aparece en el fondo  el anillo que tienen ustedes delante, en esta vitrina, y que representa una de las muchas trágicas historias del Titanic.
La mayoría de los pasajeros de tercera clase, inmigrantes de todas las nacionalidades, embarcaron en el Titanic con el objeto de cumplir el sueño de su vida: labrarse un porvenir en América y regresar a casa con el futuro económico asegurado. Cuando estos pasajeros embarcaron y fueron trasladados a sus camarotes, la verdad es que creían vivir en un palacio.
Todos eran gente muy humilde y poder dormir en una litera limpia y cómoda, con servicio de habitaciones incluido y ser servidos en el comedor, era para ellos un autentico sueño. Aunque, la verdad es que estaban situados en la proa y en la popa del barco, donde más se balancea y donde más ruido se produce, estos camarotes de tercera se podían comparar con los camarotes de segunda clase de cualquier otro barco de la época. Incluso, en algunos barcos actuales, los camarotes no se diferencian mucho de este de tercera clase del Titanic.

Aunque los pasajeros que viajaban en la segunda clase del Titanic no disfrutaban, ni mucho menos, de los lujos de primera, la verdad es que realizaban un placentero y cómodo viaje. Incluso, previo pago de algún dinero extra, podían tener acceso a algunas de las estancias y servicios de los pasajeros de primera clase, como por ejemplo el gimnasio, la piscina, los baños turcos, etc.
Alfred Nourney, era un joven alemán, procedente de Colonia, que, durante su estancia a bordo del Titanic no paró de contar que se dirigía a América para cumplir uno de sus sueños, que era ver a los indios. Esto es lo que contaba, pero la realidad es que sus padres lo enviaban a Nueva York porque había dejado embarazada a una de las empleadas de la casa, y querían alejarlo de Colonia durante una temporada.

A bordo del Titanic viajaban 324 personas en primera clase, aunque el barco tuviese capacidad para casi el doble en esta categoría. Todos los camarotes de primera clase eran excepcionalmente grandes. Jamás un barco llevó camarotes tan grandes, cómodos y lujosos, donde destacaban los magníficos materiales empleados para su construcción, su abundante espacio, armarios empotrados, baños privados, bañeras completas así como agua caliente y fría. Era difícil, en aquella época, encontrar, en ninguna parte del mundo, un hotel con tanto lujo y refinamiento como los camarotes de primera clase del Titanic.
Uno de los pasajeros de primera clase era  Erik Lind. Erik  nació en Suecia y se convirtió en un afamado y poderoso hombre de negocios cuando de muy joven, inmigró a Nueva York, donde consiguió amasar una gran fortuna. No obstante, regresó a Suecia para invertir todo su dinero en un una gran empresa que fracasó estrepitosamente. Por ello decidió regresar a Nueva York a repetir fortuna.

Pero, debido a las grandes deudas que tenía en Suecia, y para no alertar a sus muchos acreedores, cambió su apellido por el de Lingrey y, con este falso apellido, compró un billete de primera clase del Titanic, en el que se gastó sus últimos dólares. Al producirse la tragedia, Erik Lind, junto a otros dos pasajeros de primera clase, se lanzaron al agua. Nadaron hasta conseguir llegar cerca de uno de los botes salvavidas, pero Lind no tuvo fuerzas y finalmente despareció engullido por las gélidas aguas.
Henrik Kviller, un ingeniero escandinavo de 31 años, que viajaba con una beca a Estados Unidos para estudiar las construcciones de acero, y que pretendía casarse con su novia nada más regresar de América, desafortunadamente murió en el Titanic, siendo su cuerpo recuperado varios días después. Sus pertenencias, entre las cuales se encontraba el pequeño reloj que pueden ver en su visita a la exposición, fueron enviadas a su familia. También pueden apreciar una taza y un plato de café de segunda clase.


Uno de los matrimonios más conocidos que viajaban en primera clase era el matrimonio Strauss.  Isidor era el fundador de los grandes almacenes Macy´s en Nueva York, pero este era un viaje de placer que habían realizado por Europa,  por lo que su esposa Ida,  le acompañaba. Después de la colisión, subieron a la cubierta de botes, donde Ida rechazó subirse a bordo del bote salvavidas número 8, declarando que habían estado viviendo juntos durante muchos años, y por ello "donde tú vayas, allí iré yo". Se dirigieron entonces hacía la cubierta de proa, donde, abrazados, aguantaron hasta que el agua les devoró.
Uno de los pocos pasajeros españoles que viajaban en el Titanic era el joven matrimonio Peñasco, pasajeros de primera clase en su luna de miel. Víctor y Josefina llevaban más de un año de luna de miel cuando, estando en París, decidieron comprar billetes en el Titanic para poder conocer América, pero como la madre de Víctor tenía miedo a los barcos, decidieron dejar a su mayordomo en Paris y que éste fuera enviando unas postales de la capital parisina, que ellos previamente habían escrito con las fechas futuras. De esta forma, mientras ellos se encontraban en el Titanic rumbo a Nueva York, la madre de Víctor les creía a salvo en París.

Al producirse la colisión, el joven matrimonio subió corriendo a la cubierta de botes, donde solamente Josefina pudo subirse al bote salvavidas número 8, junto a su doncella de compañía y otros personajes ilustres, como Molly Brown o la condesa de Rhodes.
Víctor permaneció en el buque y murió en las gélidas aguas del atlántico. En "Titanic The Exhibition" se puede contemplar el smoking original de Víctor.
Para mover las enormes maquinas del Titanic, la energía que se utilizaba era el vapor. El vapor se producía quemando carbón en las 29 calderas situadas en la parte más baja del buque, cuyos abnegados trabajadores, llamados fogoneros,  caldereros o familiarmente “la brigada negra”, trabajaban a unas temperaturas superiores a los 40ºC. Ellos fueron, sin duda, las tropas de vanguardia de la batalla del Titanic contra el mar.



Estos trabajadores, tal vez los más humildes de la tripulación y los que, sin duda, trabajaban en peores condiciones, manejaban constantemente el combustible, a mano y en carretillas, paleando continuamente carbón al interior de los fogones de las 29 calderas del Titanic.
En la exposición  pueden admirar un trozo de carbón original del Titanic. Este trozo  estuvo en la Sala de Calderas nº 1 del Titanic. Fue precisamente en esta sala donde sus carboneros estuvieron trabajando hasta el final, hasta que el agua inundo sus dependencias y se los llevó a todos al fondo del mar, en su lugar de trabajo. Esta pieza fue recupera de los restos del buque en una de las últimas expediciones realizadas, en agosto del año 2.000.
Muchos de los pasajeros que viajaron en los camarotes de tercera clase, como muchos de los que hemos conocido ya, acabaron sus sueños, y sus vidas en la madrugada del 15 de abril de 1912.

Jacob era minero, pero tal vez cansado de esa dura vida, tomo la decisión de coger todos los ahorros de su vida, juntar los pocos objetos de valor que poseía, y embarcarse en el Titanic, con el fin de comprar una pequeña granja en cualquier población americana y así comenzar una nueva vida. Pero no pudo ser. Jacob, como muchísimos de sus compañeros en aquellos camarotes de tercera clase, dejó su vida en esta tragedia
Algunos de esos objetos que llevaba  para vender en Estados Unidos pueden verlos en la exposición.
La familia Kink, formada por Anton, su mujer Luise y su hija de cuatro años, también llamada Luise, viajaba desde Zurich,en Suiza. Eran pasajeros de tercera clase y, al llegar a la cubierta de botes, sólo a la madre y la pequeña Luise se les permitió subir a bordo del bote número 2. A Anton no se le permitió subir, y los marineros hicieron una cadena humana alrededor de bote mientras este comenzaba a ser arriado. Pero Anton aprovecho un descuido y se escabulló entre los marineros, saltando al bote y aterrizando en él cuando este ya había comenzado su descenso. De esta forma se convirtieron en una de las pocas familias de tercera clase en sobrevivir al completo.


En la exposición  pueden observar las botitas que la pequeña Luise Kink llevaba la noche del hundimiento. Con ellas corrió por la cubierta hasta subirse al bote salvavidas y con ellas consiguió finalmente llegar a Nueva York. En esta misma vitrina pueden observar la manta con la que la pequeña Luise fue arropada en el bote salvavidas hasta que fueron rescatadas por el Carpathia. La pequeña Kink guardó con gran afecto estos objetos durante toda su vida.
El Titanic avanzaba, majestuosa y tranquilamente, a una velocidad de 22 nudos y medio. El capitán había abandonado el puente a las 21,30  ordenando se le informase de cualquier incidencia. En la atalaya del palo de proa, pasando mucho frió, se encantaban los vigías Fleet y Lee, haciendo bromas entre ellos y apostándose una cerveza por quién diría antes “tierra a la vista” al divisar tierra americana. Estaba siendo una guardia muy tranquila. La mar estaba en calma, la noche no era muy oscura y nadie podía preveer lo que les iba a suceder unos minutos más tarde.

Eran, aproximadamente las 23,40 horas,  cuando de repente, el horizonte  pareció oscurecerse y ante sus ojos apareció una montaña negra. La tenían enfrente sin haberla visto llegar. El vigía Fleet hizo sonar tres veces la campana, mientras su compañero descolgaba el teléfono que le unía al puente de mando y daba la voz de alarma.
Pero cuando en el puente escucharon la campana del vigía y sonó el teléfono de la torreta, el primer oficial Murdoch ya se había dado cuenta de que la proa de su barco iba directamente a chocar contra el iceberg. Tuvo solo un segundo para decidir que maniobra tomar. Lo decidió inmediatamente, ordenó dar marcha atrás y girar todo a estribor con el fin de que la proa se desplazase hacia babor para evitar la colisión.

La verdad es que estuvo a punto de conseguirlo. Unos metros más  y el Titanic no hubiese ni siquiera rozado el iceberg, pero no pudo ser. La masa de hielo golpeo el costado de estribor, saltaron los remaches que unían las planchas de acero y el Titanic comenzó a inundarse.
Desde que el vigía Fleet hizo sonar la campana de alarma, pasaron 38 segundos, eternos segundos, hasta que se produjo la colisión. Se calcula que los vigías divisaron el iceberg a unos 400 metros de distancia. El tiempo había dictado sentencia. Los vigías no podían haber visto antes el iceberg  y cualquier capitán u oficial de guardia hubiese hecho la misma maniobra que realizó el oficial Murdoch.

La noche de la tragedia del Titanic, en la zona donde navegaba, la temperatura de la mar era, aproximadamente, entre cero y un  grado bajo cero. Como ya conocen, el agua salada no se congela a cero grados, sino a una temperatura más baja. No obstante,  a dos  grados positivos, una persona de complexión normal, puede aguantar viva, como mucho, entre 20 y 25 minutos. Por eso, el 90 % de las muertes del Titanic se produjeron por congelación, y no por ahogamiento.

Si quieren experimentar la sensación de dolor que producen las aguas heladas, intenten aguantar, solo unos minutos, tocando este pequeño iceberg. Pongan la mano sobre el hielo y comprueben su aguante. Imagínense lo que sufrieron las personas que murieron congeladas al lado del Titanic. En aquellos instantes, una desesperada señal de socorro inundó la gélida noche del Atlántico Norte.
A los pocos minutos de producirse el choque contra el iceberg, el capitán Smith  ordenó que enviasen, sin cesar, mensajes de socorro, indicando la situación del barco y añadiendo que hacían agua y comenzaban a hundirse por proa. Inmediatamente comenzaron a utilizar su equipo trasmisor de morse, intentando comunicarse con todos los buques que se encontrasen cerca de la zona del naufragio. Uno de los primeros en responder fue el Carpathia. Fue entonces cuando, el radiotelegrafista jefe Jack Phillips utilizó la nueva señal de socorro, S.O.S.
Cuando el agua casi inundaba su cabina, los radiotelegrafistas  se colocaron los chalecos salvavidas y se lanzaron al mar, nadando hacia donde se encontraba uno de los botes, que había dado la vuelta en una falsa maniobra y estaba “con la quilla al aire”. Los dos se subieron a él y  se encontraba el segundo oficial Lightoller  y alrededor de otros 20 tripulantes. Dos horas después, el oficial Jack Phillips murió congelado y su cuerpo fue arrojado  al mar. 
Eran las dos y  diez  de la madrugada del 15 de abril de 1912. El Titanic estaba ya a punto de hundirse definitivamente y en su cubierta principal, en el costado de estribor, muy cerca de la puerta de acceso a los salones, los músicos de la orquesta de primera clase permanecían tocando sus piezas preferidas, con el único fin de hacer menos dramática la muerte que les esperaba a todos los que aún permanecían a bordo.


Según las declaraciones de la mayoría de los supervivientes, inmediatamente después de la colisión con el iceberg, la orquesta se reunió en el salón de primera clase y comenzaron a tocar para distraer a los pasajeros. Cuando apenas quedaba gente en aquel salón, se dirigieron al vestíbulo de la cubierta de botes y finalmente salieron a la cubierta exterior.
En un principio, y sobre planos originales, estaba previsto que el Titanic llevaba  un total de 64 botes salvavidas, pero, finalmente, esta cantidad se redujo a 20, debido a que, la cubierta de paseo de primera clase quedaba demasiado estrecha para poder pasear y tomar el sol en ella, por este motivo se obligó a su diseñador a quitar  todos los botes de la segunda fila y así dejar más amplio el pasillo.

El buque Carpathia, de la compañía Cunard, rival de la White Star Line, propietaria del Titanic, fue el que  variando su rumbo, puso sus máquinas a toda potencia y se dirigió al lugar del naufragio del Titanic, rescatando a todos los supervivientes que quedaban a bordo de los 13 botes salvavidas que permanecían en la zona. Recogió a un total de 705 personas, poniendo proa  hacia Nueva York, donde llegaron a las seis de la tarde del día 18 de abril de 1912
Si hay un personaje femenino conocido dentro de la historia del Titanic, esa es sin lugar a dudas Molly Brown. Procedente de Denver, Colorado, era una excéntrica pasajera de primera clase. Su papel durante las tareas de rescate, animando a las mujeres a remar e intentando que los botes más vacíos volvieran a rescatar a más pasajeros, le valió una justa valoración. Cuando llegó a Nueva York, encargó hacer unas medallas en honor a la tripulación del Carpathia, cada una con el nombre personalizado. Pueden ver una de estas medallas en la exposición  La historia bautizó a esta mujer como la insumergible Molly Brown, llegándose a realizar infinidad de musicales, películas y libros sobre su figura.

En "Titanic The Exhibition" también podemos ver los objetos originales recuperados del cuerpo del pasajero de tercera clase Carl Asplund. Viajaba junto a su mujer y cinco hijos en los camarotes de tercera clase situados en la popa del buque. Cuando el buque colisionó contra el iceberg, la familia entera consiguió llegar hasta la cubierta de botes,  pero fueron incapaces de separarse. Años después Selma, su mujer, declaró que habían decidido quedarse todos juntos y morir abrazados aquella noche, pero en un instante, al estar cerca de un bote que estaba siendo arriado, un tripulante agarró a su hija menor, Lillian, y la lanzó al bote. Segundos después hizo lo mismo con otro de los hijos, Félix. Entonces otro tripulante desde el bote gritó: “¡Bajad a la madre también al bote!”
Antes de que Selma tuviera tiempo para reaccionar, los tripulantes la habían cogido de pies y manos y le lanzaron al bote, desde donde alzó la vista para ver a su marido y sus otros tres hijos correr hacía la otra cubierta del buque. Sería la última vez que los vio. El cuerpo de Carl Asplund fue recuperado y entregado a su familia, así como estos objetos. Todos ellos fueron entregados a su hija Lillian, que fue una de las últimas supervivientes en morir, en la primavera de 2006.

Estamos llegando al final de esta mítica historia que deseamos hayan vivido con la misma intensidad  y emociones que nosotros. Sin género de dudas, esta es la parte más importante de esta historia. A lo largo del recorrido han conocido la verdadera historia del buque, han visto objetos y documentos originales, algunos de los cuales nos han puesto al límite los sentimientos. Han conocido datos técnicos que les habrán ayudado a conocer mejor a este mito llamado Titanic, sin embargo, desde nuestro punto de vista, esta es la parte más importante, porque, cuando ustedes,  iniciaron su lectura, no queríamos que conociesen esta historia, queríamos que la viviesen, que experimentaran sus más profundos sentimientos y que llegasen a la conclusión de que, el honor y la gloria siempre estuvieron, están y estarán por encima del tiempo. Esto es lo que pensaban los hombrees mujeres y niños del Titanic y eso es lo que nos gustaría que siguiésemos pensando todos.
 
 


Ahora mismo, en su corazón, deben de sentir  verdadero significado de lo que representó el Titanic: una tragedia humana en la que perdieron su vida fallecieron, en total de 1.503, entre hombres mujeres y niños. Si se fijan, pueden ver que fallecieron familias enteras, sobre todo de tercera clase y niños de apenas unos días de vida.
En este momento, cuando finalizamos esta reseña  de lo que verdaderamente pasó en aquella trágica madrugada del 15 de abril de 1912, nos gustaría homenajear a todos aquellos niños, mujeres y hombres, que cuando los relojes marcaban las dos y veinte minutos de la madrugada, cuando sólo quedaba a flote una pequeña parte de lo que fue el barco más grande del mundo, cuando desde la mar llegaban los gritos de angustia y dolor, estas valientes personas sabiendo que estaban viviendo los últimos minutos de su existencia quisieron finalizar sus vidas invocando la  canción religiosa "Cerca de ti señor..."

Seguro que, después de esta lectura, todos estamos convencidos de que el Titanic continua vivo, no solamente en las películas, libros, exposiciones,  medios de comunicación,  sino también en nuestra memoria, en la memoria de millones de personas que cada día  encuentran en su vida, algún parecido con alguna de las 2.208 personas que iban a bordo.
Por eso el Titanic continúa siendo un mito, porque siempre encontramos nuevas formas para comprender su historia y porque, en algún lugar de nuestro corazón somos conscientes de que nosotros no somos muy distintos a las personas que vivieron y murieron a bordo del Titanic. A todos ellos, desde aquí, nuestro más sincero homenaje.
El buque de los sueños, el mítico Titanic continuará navegando por los ecos de la historia en un largo viaje sin fin a través de nuestros corazones.

Algunos fotos más del Titanic,  del interior y de la cubierta: