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Un portaaviones de hielo


El Proyecto Habakkuk
Corría el año 1942. Winston Churchill tomaba uno de sus habituales baños cuando fue sorprendido por el jefe de operaciones de la armada británica, Lord Louis Mountbatten. El almirante le dijo: “Tengo un material que va a cambiar el curso de la guerra”, y arrojó un pedazo de hielo a la bañera.
El primer ministro británico y Lord Mountbatten contemplaron fascinados como el pedazo de hielo flotaba en el agua caliente sin deshacerse. La anécdota era el pistoletazo de salida al proyecto Habbakuk, una de las empresas militares más geniales y absurdas del gobierno británico: construir un gigantesco portaaviones de hielo.

Un iceberg armado hasta los dientes
La idea original del proyecto la tuvo, meses antes, un científico del Centro de Operaciones Combinadas del ejército británico llamado Geoffrey Pyke. El inventor convenció a Lord Mountbatten de que la idea de construir un portaaviones de hielo era posible, y el jefe de operaciones le pidió que la desarrollara.


En realidad Pyke no era el primero en plantearse semejante ocurrencia. El científico alemán Gerke von Waldenburg propuso exactamente lo mismo en 1930, e incluso realizó algunas pruebas en un lago de Zurich. La idea también había circulado por el almirantazgo británico en los inicios de la Segunda Guerra Mundial, pero en general era vista más como un chiste que otra cosa.

Bienvenidos al Pozo Negro, la zona más peligrosa del Atlántico

¿Por qué, de repente, el alto mando británico cambió de idea respecto a la idea de crear un portaaviones de hielo? Por un lado estaba la insistencia de Pyke, a quien Mountbatten consideraba un genio, pero la auténtica razón destilaba de la pura y simple necesidad.
La brecha del centro del Atlántico. Los puntos azules son los barcos hundidos por los alemanes. Las líneas negras marcan el alcance máximo de los aviones. 

En 1942, las fuerzas aliadas aún no habían desembarcado en Normandía e Inglaterra estaba sometido a intensos bombardeos. Su principal línea de suministros cruzaba el Atlántico Norte, pero para llegar hasta la isla debía cruzar una franja de mar de 480 kilómetros en la que los submarinos alemanes hacían estragos. El almirantazgo llamaba a aquella zona la brecha del centro del Atlántico (Mid-Atlantic Gap), pero los marinos a menudo se referían a ella como El pozo negro, por la cantidad de barcos que habían sucumbido a los torpedos de los U-Boot.

 

Los bombarderos aliados, equipados con cargas de profundidad, hacían un trabajo eficaz protegiendo a los cargueros de los submarinos, pero había un problema: su alcance máximo era muy limitado. La mejor forma de proteger la zona era enviando allí un portaaviones, pero en aquella época el suministro de acero era escaso debido precisamente a la guerra, y hacen falta cantidades ingentes de acero para construir un portaaviones.

La idea de construir un portaaviones de hielo surgió de la necesidad. El acero escaseaba en 1942, y es aquí donde el proyecto de Geoffrey Pike cobraba todo el sentido. El nombre lo tomaron de una frase del profeta Habakkuk en el Antiguo Testamento: “Mirad entre las naciones. Observad, asombraos, y admiraos, porque haré una obra en vuestros días que no creeríais si aunque os la contaran”.

Pykrete, el hielo indestructible

Pronto, Pyke se encontró con los primeros problemas para llevar a buen puerto su idea. Su diseño inicial consistía en un enorme bloque de hielo refrigerado mediante tubos de aire frío construidos en su interior. Desgraciadamente, el hielo es duro pero también quebradizo, y tiende a deformarse bajo altas presiones.


Los problemas de Pyke los resolvieron dos científicos estadounidenses del Instituto Politécnico de Brooklyn. Los investigadores comenzaron a probar diferentes aditivos para tratar de hacer el hielo más resistente, y pronto dieron con una solución. Mezclando agua de mar con virutas de celulosa (lo que vulgarmente se conoce como serrín) en una proporción del 86-14%, el hielo adquiría una resistencia 14 veces superior al hielo convencional.

Mezclando hielo con serrín lograron crear un material 14 veces más resistente. Lo llamaron Pykrete
No solo flotaba y podía ser moldeado con facilidad, sino que además exhibía una notable resistencia a los proyectiles y tardaba mucho más en derretirse. Lo llamaron Pykrete en honor al propio Geoffrey Pyke. fue un pequeño bloque de ese material lo que Lord Louis Mountbatten dejó caer en la bañera de Winston Churchill.

Un portaaviones tres veces más grande que el Titanic

Tras el descubrimiento del Pykrete, Pyke recibió vía libre para construir un primer prototipo. Su objetivo era muy ambicioso. El HMS Habakkuk que había propuesto a la armada era un portaaviones sencillamente descomunal. Su tamaño era tres veces mayor que el del mítico Titanic (269 metros) y casi equivalente a tres portaaviones de la clase Nimitz (332 metros). Medía 610 metros de eslora, 90 de manga  y 45 de puntal, y el hielo de su casco debía tener al menos 12 metros de grosor para resistir el impacto de torpedos. En caso de daños, la reparación era tan simple como añadir más Pykrete.


El tamaño del HMS Habakkuk era tres veces superior al de los portaaviones actuales más grandes, por lo que  aquel gigante era más una isla flotante que un barco. Se movía mediante varios motores independientes adosados a su casco. Estaba previsto que tuviera un rango de 11.000 kilómetros y que pudiese desplazarse a una velocidad máxima de siete nudos (13 Km por hora).

El primer y último prototipo
A comienzos de 1943, Pyke recibió un presupuesto de 5.000 libras y fue enviado a Canadá, donde comenzó la construcción de un prototipo en el Lago Patricia, al pie de las Montañas Rocosas. El navío experimental un medía 18 metros y pesaba 1.000 toneladas.
El equipo de Pyke pronto descubrió que fabricar un barco con aquel material era mucho más complejo y caro de lo que calcularon. El serrín no era tan caro como el acero, pero tampoco es que fuera muy abundante, y la cantidad necesaria para construir el barco (300.000 toneladas) hubiera afectado a la producción de papel aliada.


El presupuesto inicial de 700.000 libras creció hasta los dos millones y medio (unos 100 millones de libras en la actualidad). Por otra parte, surgieron todo tipo de problemas técnicos y aún no se había decidido cómo instalar un timón para que el barco definitivo pudiera girar en alta mar.
A finales de 1943, el alto mando británico pidió ayuda financiera a Estados Unidos, pero Mountbatten no logró convencer a sus homónimos estadounidenses de la viabilidad del proyecto. El gobierno inglés terminó por abandonar la idea y decidió adoptar soluciones más sensatas al problema del centro del Atlántico. Se construyó un aeródromo en las Islas Azores, y se mejoraron los tanques de combustible de los bombarderos aliados para alargar su autonomía.


¿Y el prototipo que construyeron en el lago? A finales de ese mismo año lo despojaron de todas las piezas que pudieran ser de utilidad y lo hundieron. El pecio fue filmado por primera vez en 1970. Hoy, una placa en la orilla del Lago Patricia conmemora el intento fallido de crear un barco que, como ya decía el bueno del profeta Habakkuk, no lo hubiéramos creído ni aunque nos lo contaran.