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La Venus Hotentote


La mayor parte de nuestro conocimiento social, así como nuestras creencias sobre el mundo, emanan de las informaciones que leemos o escuchamos a diario. Es muy probable que no exista otra forma de conocimiento, salvo al que nosotros podemos acceder de forma directa, o sea, viendo, tocando y sintiendo. Incluso de esta manera no todo lo que podemos observar de forma directa, es lo que realmente existe, pues siempre recibiremos las cosas desde nuestro punto de vista y forma de pensar y creer. 
A pesar de todo, esta página lo único que hará será exponer aquellos sucesos que trascienden a consecuencia de su singularidad, la cual los hacen sobresalir de los hechos normales y cotidianos de cada día. Espero que les sea al menos, interesante.

La Venus Hotentote Sarah Baartman
No sabemos su fecha de nacimiento, ni donde nació y ni siguiera estamos seguros de cuál era su etnia. Parece que formaba parte del pueblo khoikhoi, que se denominaban a si mismos los “hombres de los hombres” o “los hombres con animales” puesto que tenían ganado y animales domésticos frente a los San, cazadores-recolectores de la misma región. Los colonos holandeses les llamaron “hotentots”, un término peyorativo que significaba tartamudos asombrados por las lenguas de chasquidos de aquellos hombres pequeños, con una estatura promedio de 1,50 metros y piel oscura.


Nació cerca del río Gamtoos, en el interior de la colonia del Cabo de Sudáfrica en torno a 1788-1789. Cuando la región pasó al control de los holandeses, los Boers, fue bautizada como Sarah Baartman (Saartjie era el diminutivo). Su padre fue un pastor de ganado que fue asesinado por una tribu vecina y su madre murió cuando ella tenía dos años de edad. Su marido tocaba el tambor y tuvo un hijo que murió poco después de nacer. Se convirtió en la esclava de un granjero Boer, Peter Cezar, en la región de la Ciudad del Cabo.

Cuando tenía 21 o 22 años de edad, el 29 de octubre de 1810 un cirujano militar inglés y exportador de animales, Alexander Dunlop y Hendrik Cezar, el hermano de Peter, la enviaron para Europa. Años después declararían ante el juez que habían firmado con ella un contrato que estipulaba que además de encargarse de tareas domésticas, sería exhibida en Inglaterra e Irlanda, recibiría una parte de los beneficios y sería repatriada en cinco años. Tras llegar a Londres, Dunlop intentó vender su parte de la “hotentote” así como la piel de una jirafa a William Bullock, director del Museo de Liverpool. En su oferta, Dunlop indicaba que tenía “una apariencia muy singular” y que “haría ganar una fortuna a cualquiera que la exhibiera en Londres”. Bullock no aceptó, algo que posteriormente lamentaría por el éxito que tuvo Sarah en los espectáculos de humanos.

Baartman con su pequeño cuerpo, no llegaba al 1,40, y sus enormes nalgas (esteatopigia) fue mostrada al público. Era exhibida con un mínimo de ropa y su empresario le daba órdenes en holandés como siéntate, ponte en pie, date la vuelta. Si ella se mostraba poco cooperadora le amenazaba. En una ocasión un hombre del público que hablaba holandés le intentó preguntar algo pero su “manager” acalló sus respuestas y le sacó llorando del escenario. Los grupos de doce o más personas tenían derecho a una exhibición privada donde quizá podían ver otra de sus peculiaridades anatómicas, la hipertrofia de los labios menores de sus genitales que le colgaban como unas pequeñas telas.


Charles Matthews que visitó la exhibición la recordaba “rodeada por muchas personas, algunas mujeres: una la pellizcaba, un caballero le daba con su bastón, una dama usó su parasol para comprobar que todo era, como lo llamó, “natural”. Eran aquellas curvas insólitas lo que al parecer generaba la incredulidad y atracción de aquellos curiosos. Sarah era expuesta junto con otras atracciones incluyendo el niño moteado, el elegante enano Conde Boruwalski, Daniel Lambert un hombre de 36 años que pesaba más de 315 kilos, y miss Crackham, una joven que medía 56 centímetros y era anunciada como “El Hada siciliana”.

Inglaterra acababa de aprobar la Slavery Act en 1806 y la exhibición de la pequeña africana creó un escándalo. Los abolicionistas protestaron por aquel espectáculo vergonzante y solicitaron su prohibición por motivos humanitarios. Hendrik Cezar replicó indicando que “tenía el derecho de exhibirse a sí misma igual que el gigante irlandés o un enano”. El caso fue llevado a juicio pero fue sobreseído cuando Baartman declaró delante del juez que no estaba encerrada y que recibía la mitad de los beneficios y Cezar presentó el contrato aunque hay informes de testigos que sugieren que todo estaba orquestado y que el contrato fue específicamente creado para la vista en el juzgado. El juicio le dio más popularidad y llevó más clientes a su exhibición a lo que se sumó la realización de giras por distintas ciudades. El 1 de diciembre de 1811 fue bautizada en Manchester con permiso del obispo de Chester.

En septiembre de 1814 fue vendida y trasladada a Paris, bajo la tutela de un empresario de animales salvajes llamado Réaux. Según el “Journal des dames et des modes”: “Se abrían las puertas del salón y se veía entrar a la Venus Hotentote, una venus calipígea (un término de las esculturas clásicas que significaba “de hermosas nalgas”). Se le daban caramelos para animarla a que bailara y cantara. Le decían que era la mujer más hermosa de toda la sociedad.  Todo ello por el módico precio de entrada de tres francos.

En marzo de 1815, durante tres días y a petición de Georges Cuvier, un equipo de zoólogos, anatomistas y fisiólogos que incluía también a Geoffroy St. Hilaire y a Henri de Blainville examinó a Baartman. Cuvier, un gran naturalista, uno de los fundadores de la Paleontología y el padre de la Anatomía Comparada le pidió a Baartman si podrían pintarla desnuda a lo que ella se negó con pudor. Para aquellos europeos del siglo XVIII aquella joven mujer africana era un eslabón perdido en “la gran cadena de los seres”, es decir, según la visión de la época, entre los europeos y los animales. En su “Discours sur les révolutions du globe”, Cuvier escribió una descripción inaceptable para nuestras normas actuales:

Cuando nos encontramos con ella por primera vez, creía tener en torno a 26 años. Todos los que la habían podido ver en los últimos 18 meses en nuestra capital habían podido verificar la enorme protuberancia de sus nalgas y la apariencia brutal de su rostro… Sus movimientos eran algo bruscos y súbitos, recordando a los de un mono. En particular, tenía una manera de sacar sus labios de la misma forma que observamos en el orangután. Sus labios eran monstruosamente grandes [aunque Cuvier no aclaraba que los de los primates son finos y pequeños] Sus orejas eran como las de muchos monos, siendo pequeñas, el trago débil y el borde externo casi obliterado. Son características animales. Nunca he visto una cabeza humana más parecida a la de un simio que la de esa mujer.

Cuvier también relataba características psicológicas, aunque aquí era evidente la humanidad de Sarah: Su personalidad era feliz, su memoria buena, recordaba varias semanas después a una persona que había visto solo una vez… hablaba un holandés tolerablemente bueno, que había aprendido en el Cabo. También sabía un poco de inglés,  había empezado a pronunciar unas pocas palabras de francés; bailaba al estilo de su país y tocaba con bastante buen oído un pequeño instrumento que llamaba un arpa de judío. Le gustaban los collares, los cinturones, las cuentas de cristal coloreado y otros oropeles salvajes pero lo que alegraba su gusto por encima de todo era el brandy.
Para otros que vieron aquellas curvas exageradas eran un motivo de atracción sexual. Cuvier también describe sus hombros y espalda, como gráciles, sus brazos delgados y sus manos y pies como atractivos y bonitos, como si estuviera también fascinado por un extraño atractivo.


Cuando el interés de los parisinos se agotó parece que Saartjie empezó a beber en exceso y a mantenerse mediante la prostitución. Murió el 29 de diciembre de 1815 según Cuvier de “une maladie inflamatoire et eruptive” , quizá viruela, sífilis o neumonía. Geoffrey Saint-Hilaire pidió que se conservase el cadáver por ser un espécimen singular y por su interés científico. Las autoridades aceptaron y el cuerpo se llevó al Muséum d’Histoire Naturelle donde Cuvier hizo la autopsia y publicó un estudio detallado de la anatomía de Sarah. También se realizó un molde de yeso de su cuerpo y conjuntamente con su esqueleto, su cerebro y sus genitales se trasladaron al Museo y estuvieron allí expuestos durante siglo y medio.
El estudio del cerebro de Baartman tiene su lugar particular en la historia de la infamia. El tamaño del cerebro es proporcional a la masa corporal, lo que explica que los hombres tengan, como media, cerebros de mayor tamaño que las mujeres. El cerebro de Saartje, mujer y de pequeña talla, fue usado por Frederick Tiedemann y Edward Spitzka para apoyar sus conclusiones sobre la inteligencia y el origen étnico con claros componentes racistas intercalando el cerebro de Sarah (señalado como mujer bosquimana) como algo intermedio entre el de un gorila y el de un gran científico europeo, el matemático Gauss. El mensaje, acorde a la concepción racista y sexista de la época era claro, los africanos y mas concretamente, las mujeres tienen menos capacidades cerebrales (al menos volumétricas) que los hombres europeos y podía justificarse la esclavitud, el colonialismo o la desigualdad porque según esas ideas que ahora sabemos aberrantes, africanos y mujeres tenían cerebros “intermedios” entre los de un ser civilizado y un animal salvaje.

Los restos de Sarah Baartman estuvieron en el Museo de Historia Natural hasta finales del siglo XX. El cráneo fue robado en 1827 pero devuelto de forma anónima pocos meses después. Cuando se fundó el Musée de l’Homme en 1937 sus restos fueron trasladados allí y estuvieron expuestos hasta 1974. Según decía el director del museo, André Laganey la réplica de escayola del cuerpo de Sarah tuvo que ser retirada porque excitaba a los visitantes (una de las guías del museo fue acosada sexualmente frente a ella y la réplica era toquiteada y asediada por diversos hombres que llegaban a masturbarse junto a ella). En marzo de 1994, la réplica se exhibió por un breve tiempo y última vez en el Museo de Orsay.

En 1978 Diana Ferrus, también de ascendencia khoikhoi escribió un poema titulado “He venido a llevarte a casa” impulsando un movimiento para que los restos de Baartman volvieran a su lugar de nacimiento. El caso ganó una atención aún mayor cuando el biólogo Stephan Jay Gould, uno de los grandes de la divulgación científica, escribió “La Venus Hotentote” como uno de los capítulos de su libro “La sonrisa del flamenco”. Tras su liberación y elección como nuevo presidente de Sudáfrica, Nelson Mandela pidió oficialmente a François Mitterrand y posteriormente a Jacques Chirac la devolución de los restos de Saartje, algo que suscitó intensos debates en la Asamblea Nacional francesa. 

Un senador francés, Nicolás About, leyó en el Senado de Francia, el poema de Ferrus traducido y argumentó que según la ley de 1994 de Bioética, el cuerpo humano, sus elementos y sus productos no podían ser objeto de derechos de propiedad. Finalmente, la Asamblea accedió bajo el acuerdo de “hacer justicia a Saartje que fue objeto durante su vida e incluso después, como africana y como mujer, de las ofensas resultantes de esos males tan duraderos: el colonialismo, el sexismo y el racismo.” Sus huesos, genitales y cerebro fueron repatriados el 6 de mayo de 2002 en un ataúd blanco envuelto con telas africanas y enterrados el 9 de agosto en Vegaderingskop, una colina que se eleva en la zona donde había nacido. 
El sucesor de Mandela, el presidente Thabo Mbeki declaró “la historia de Sarah Baartman es la historia del pueblo africano,  es la historia de la pérdida de nuestra antigua libertad, es la historia de nuestra reducción al estado de objetos que podían ser poseídos, usados o descartados por otros”. Y añadió “Sarah Baartman nunca tendría que haber sido llevada a Europa. Nunca tendría que haber sido desposeída de su nombre, nunca debió ser privada de su identidad como Khoi-San y como africana ni mostrada en Europa como un monstruo salvaje. No era ese ser humano víctima de abusos el que era monstruoso sino los que abusaron de ella. La tumba de Baartman será parte de nuestra herencia, un recuerdo para las generaciones futuras de que las mujeres nunca serán otra vez víctimas de abusos en Sudáfrica”.