Existen lugares que desde hace mucho tiempo ya no son visitados. Un espeso manto de polvo habita en su interior, esperando que las pisadas de algunos buscadores de leyendas y misterios remuevan su pasado. Tú puedes ser quien nos descubra esos lugares y leyendas que están al borde del misterio y cuyo delgado velo fuerzas por romper. En este apartado recopilaremos los lugares que se visitan, su descripción, una pequeña reseña histórica y leyendas que se cuentan sobre ellos. Igualmente se narrarán los sucesos misteriosos e inexplicables que las gentes del lugar han conservado a través de los años.
La casa de Inés Luna Terrero
Extrañas leyendas y hechos sorprendentes pretenden justificar la despoblación de los municipios de Castilla y León. Entre algunas de ellas, he aquí una que concierne a la casa de El Cuartón de Traguntía y que dice así:
Ante todo quiero aclarar que no todo es cierto, como se dice al principio, muchas de las cosas aquí vertidas son bulos y leyendas tasmitidas por la gente del lugar, queriendo muchas veces exagerar y menospreciar la vida de una persona que resultaba extraña paraa las gentes que nunca habían salido del entorno
Al oeste de Salamanca el lugar, conocido como El Cuartón, está cerca de la localidad de Vitigudino y se trata de un despoblado donde existe un palacete. En este edificio habitó durante la primera mitad del pasado siglo, la famosa doña Inés Luna, la Bebé, como era conocida, solterona millonaria y caprichosa, que lo acondicionó con todo esplendor. Tenía luz eléctrica, agua corriente, bellos jardines, una preciosa ermita, estanque con cisnes todo ello rodeado de un bello paisaje jalonado de encinas.
Decoró su interior con las valiosas pinturas y esculturas que trajo de sus numerosos viajes por medio mundo. Esta singular dama, que según dicen estuvo a punto de casarse con el general Primo de Rivera, vestía a la última moda, fumaba en público y conducía su propio automóvil.
El lugar no había sido elegido al azar. Existe una leyenda que asegura que últimamente, durante las noches, se oye por la casa pasear a un fantasma, se supone que el misterioso espectro que deambula por allí no es otro que la famosa aristócrata. El lugar se encuentra en una finca particular propiedad de la fundación Inés Luna Terrero. El edificio estaba en ruinas, rodeado de un gran jardín con espesa maleza. En el interior se podía observar algunas pinturas en la pared que denotaban la riqueza y el lujo con el que estuvo adornada aquella mansión. El temor, era el peligro de que el edificio se desplomara, pero he de confesar que el aislamiento, la soledad y el silencio, junto a la leyenda que se cuenta del lugar, también puedían influir en el ánimo del visitante.
Inés Luna Terrero
Hija unica, y por lo tanto heredera de sus antecesores, con apellidos ilustres algunos de ellos, recibió un grandioso patrimonio. Tuvo una apasionante y azarosa vida que llegó a convertirla en una leyenda viva, adorada por muchos y desprestigiada por otros tantos.
Sus progenitores las llamban Bebé, Beberín, Michines, Bicharraco y Mimichinotes, quedando el nombre de Bebé con el que se la conoció familiarmente y también popularmente en Salamanca, aunque con una marcada entonación pervertida por parte de los salmantinos.
En algunos medios se le define como una interesante y original mujer del modernismo español, una elegante de la alta sociedad, de sangre noble y burguesa, inmersa en la primera etapa del siglo pasado.
Nació en Bagneres de Luchon (Francia) el 2 de Julio de 1885. Hija de Carlos Luna Beovide, que fue la persona que trajo la energía eléctrica a Salamanca y de Inés Terrero, que tenía propiedades por toda la provincia, estableciendo su residencia en la finca de El Cuarton (Traguntia) donde pasó gran parte de su vida. Igualmente tenía casa en Madrid, en las calles Zurbano, Paseo Recoletos y Fernando El Santo.
Alternaba la vida en la finca con frecuentes viajes a Madrid, Francia, Inglaterra o Italia. Su vida en esa localidad salmantina supuso un choque frontal con las costumbres de la época en la comarca de Vitigudino. La propia casa era un vivo reflejo de su existencia burguesa y extravagante, rodeada de jardines con varios cuartos de baño, esculturas de mármol, piscina alfombras de pieles exóticas, lámparas de Venecia, capilla e incluso en la época luz eléctrica. En la memoria publicada por Salvador Llopis se dice que llegó a ser amante de Miguel Primo de Rivera, y la pretendió el Conde de Alba de Yeltes, Gonzalo Aguilera Munro.
Inés, era muy aficionada a las fiestas, a vestir con pantalón, fumar tabaco y otras hierbas y portar armas de fuego. Hablaba siete idiomas, contaba con la compañía de una mis inglesa y tenía una gran pasión por el ganado bravo, que le hizo formar varias ganaderías, hasta tal punto que daba de comer directamente con la mano a un toro bravo llamado "Cara sucia" amansado por ella. Su afición le llevó a acoger a algunos toreros famosos como los hermanos Bienvenida.
A su muerte en Barcelona el 8 de febrero de 1953 como consecuencia de un cáncer de mama entre otras graves dolencias, y como consecuencia de morir sin testamento y sin herederos directos, el Estado se hizo cargo de sus bienes y se creó con parte de ellos una fundación benéfica que se denomino Fundación Inés Luna Terrero.
El cineasta Basilio Martín Patino, ha recreado su leyenda en su película “Octavia” y en su montaje maravilloso “Espejos en la niebla”
Parte de su legado está en La "Fundación Inés Luna Terrero de Salamanca", y sus restos enterrados en una iglesia del pueblo de Vitigudino, en Salamanca.
Paisaje y descripción del personaje.
Iniciamos un viaje por el tapete vigoroso y apartado de encinares y robledales que se extiende entre Vitigudino y La Fuente de San Esteban, al oeste de la provincia de Salamanca. Territorio de profundas soledades y lejanos horizontes, la Vetonia prerromana en estado puro, teñida en estas fechas crepusculares con la gama lujuriante de verdes y ocres del otoño.
Conocíamos el paisaje, pero el destino nos ha permitido ahora el encuentro con el fleco inopinado de Inés Luna Terrero, el ama del Cuartón de Traguntía, que es como era conocida entre el vulgo en su época.
Inés Luna, hija única de acaudalada familia y heredera de un patrimonio fabuloso, fue una mujer fascinante, sin duda, una fémina sin igual, muy adelantada a su tiempo, primer tercio del siglo XX.
Su inmensa fortuna le permitió realizar numerosos viajes por el mundo, gracias a los cuales trabó amistad, por ejemplo, con muchos de los artistas que se congregaban en el París de la Belle Époque. Aquel universo de glamour, vinos, rosas, aires de libertad y vanguardias artísticas esculpió en nuestra protagonista una personalidad singular, que sorprendía y escandalizaba a los lugareños y a la aristocracia y burguesía salmantinas durante las temporadas que pasaba en sus dominios de Traguntía.
Más aún, por supuesto, por el hecho de tratarse de una mujer, pues vestía pantalones, como un hombre, conducía un automóvil, fumaba cigarrillos y opio en aquellas largas pipas tan características de los Happy Twenty, le encantaban las armas y dispararlas, y gustaba de bañarse en pelota picada, en compañía de una bella miss inglesa, en una de las primeras piscinas que se construyeron en la provincia salmantina. O sea, demasiado para los infelices aldeanos circundantes, algunos de los cuales, que la conocieron de niños, todavía la recuerdan con fascinación y acaso también con una pizca de morbo.
No conforme con este rastrillo de excentricidades suntuosas y excesivas, Inés Luna hizo construirse junto a la casa una pequeña capilla de estilo bizantino en pleno corazón del Campo Charro, pues, en vez del rito católico tradicional de estas tierras, profesaba el maronita, una variante oriental del catolicismo con arraigo en Asia Menor. Puede uno imaginarse, por tanto, el estupor que estas vanidades de doña Inés causaban entre las gentes de los contornos en aquella España gris, mísera y doliente.
Cuentan también, como se ha dicho antes, que fue amante del general Primo de Rivera, con el que tuvo encuentros en París y con el cual, al parecer, estuvo a punto de casarse, a petición del viejo dictador. A la muerte de Inés, se buscó por toda la casa restos de correspondencia entre Inés y Primo de Rivera, sin obtener resultado, a no nser por una criado que sabía el lugar donde Doña Inés las guardaba. Las cartas fueron confiscadas por el Gobierno y nunca se desveló el contenido.
Anteriormente tuvo durante varios años relaciones que no cuajaron, con un oficial de caballería de ascendencia burguesa, quien la engañaba con otra dama con la que alternaba esta relación y con quien al final se casó el militar.
Nos topamos con la personalidad desbordante de Inés Luna Terrero en El Cuartón que era la dehesa familiar más querida de Inés Luna. En medio de ella se asentaba el palacete familiar, restaurado recientemente tras décadas de abandono y que se ha convertido hoy en un singular e inesperado establecimiento hotelero en medio del apretado bosque de quercus que caracteriza el lugar, con trece lujosas habitaciones y un restaurante de esmerada cocina, sorprendente en estos apartados parajes, de la cual fuimos afortunados testigos.
Así pues, el Cuartón era la clave de un lugar diferente, paradisíaco, rodeado de naturaleza casi virgen, ideal para evadirse durante unos días del mundanal ruido y sentir por momentos el glamour y la pasión artística que envolvió la vida agitada de Inés Luna, cuya personalidad exuberante sigue impregnando las piedras del edificio y su amplio entorno ajardinado.
Al recorrer las estancias del hotel, denota su decorado con un gusto exquisito, habitaciones amplias y lujosas, así como los edificios de alrededor como por ejemplo, la galería de arte moderno, que no deja de ser una excentricidad en consonancia con las de la antigua ama de El Cuartón. Arte moderno en el interior de ese otro museo al aire libre que es esta naturaleza privilegiada del oeste salmantino.
En cualquier rincón surgen detalles que permiten exhumar costumbres de Inés Luna: las caballerizas donde se guardaba su automóvil, un pequeño teatro al aire libre donde se hacían representaciones durante las numerosas fiestas que se organizaban en la casa, de las primeras con luz eléctrica; la bañera, tan antigua y tan moderna; el sistema de agua corriente, novedoso asimismo en aquellos años en que lo habitual de las gentes, incluso de las pudientes, era cagar entre los carrascos o tras las tapias; los antiguos radiadores, de estilo modernista, conservados hoy solo como elemento decorativo, la sicalíptica piscina, lugar de esparcimiento y amores prohibidos...
La escritora Charo Alonso
Aquí os dejo un artículo de la profesora y escritora Charo Alonso que dice mucho de Inés Luna, con motivo de la restauración de la casa de El Cuartón:
“Inés Luna ha vuelto a su casa”. Estas son las primeras palabras que la emoción me deja decir mirando hacia la capilla restaurada que la dueña de este palacio de ensueño, erigido en medio de la dehesa, construyó enamorada del culto maronita. Porque estamos en su casa, en El Cuartón de Traguntía, porque hablamos ante las gentes de la zona que la conocieron, que la amaron, que la discutieron… Porque nos escucha Nati, quien la recuerda como una mujer “normal, que hablaba con nosotras. Las de Traguntía, veníamos a hacer teatro a El Cuartón, con ella”; porque además de los que fueron sus gentes, hablamos ante el concejal de Cultura de Vitigudino, un atentísimo Francisco Javier Zudaire y, sobre todo, ante el sobrino de Consuelo del Álamo, la mujer que acompañó hasta el final a nuestra protagonista.
No es fácil evocar a Inés Luna en su casa, en su jardín de ensueño donde plantó rosaledas, plantas que le surtieron de Madrid los mismos que atendían a la Casa Real, su jardín de caminos de piedra, de estanques y estatuas –estatuas como la que disfrutan en Vitigudino sin que se sepa que es de Inés, un olvido que el concejal de Cultura nos promete subsanar–; el jardín de los cedros que le trajeron de El Líbano y que competían en belleza con las achaparradas encinas de la dehesa de Salamanca. Un jardín que circunda la casa como un abrazo de bardas de piedra, un jardín habitado por la inusual primera piscina de la provincia, la capilla maronita ahora blanca e impoluta, la encina a la que se subía por una escalerita de piedras para contemplar su heredad.
No es fácil evocar a Inés Luna en su casa, a la Bebé, como le llamaban aquellos que pertenecieron a su historia y que ahora nos miran, llenos de recuerdos, de imágenes y de anécdotas, a Alfredo García Vicente y a mí. Para ellos, para las gentes de Traguntía, de Pozos de Hinojo, de Peralejos, de Vitigudino, es parte de su vida; para mí, es el regalo que se ha convertido en libro; para Alfredo García Vicente, parte de su historia familiar compartida con Macu Vicente, la autora de Centenares y de las fantasías de niño criado casi a las puertas de esta finca.
Invitados por Belén, representante del pueblo de Traguntía, y por Carlos Mezquita, quien mejor conoce la historia de este lugar primero perdido en el olvido y que él definió en la película de Martín Patino como “La crónica de una desolación”, Alfredo y yo venimos a hablar de Inés a quienes la conocieron. En mi caso, desde el deseo de reparar el daño que la historia y los intereses han convertido a Inés Luna en una nota a pie de página de la extravagancia y la inexactitud y con el privilegio de estar acompañada por un investigador tenaz y riguroso, un experto en arte hijo de la zona que no solo siente esta historia, sino con sus largas horas ante los archivos y sobre todo, con sus pesquisas casi detectivescas, está desmitificando todo cuanto se dijo sobre Inés Luna Terrero, Alfredo García Vicente.
Su magistral dominio del tema y las desconocidas hasta la fecha imágenes con las que nos obsequió a todos nos sumieron en un silencio reverencial. Ante nosotros, junto a su casa, en medio del jardín, las fotografías de una biografía que recorre el siglo en toda su grandeza, singularidad y desolación final, nos devolvió otra Inés Luna. Cercana, humana, fuerte y valiente, entregada y caprichosa también, pero sobre todo, profundamente conmovedora.
Tras años de abandono y expolio de la casa, de la Liberty House, de Inés Luna que las gentes de Traguntía denunciaban en vano, la recuperación por parte de la Fundación Inés Luna Terrero del del palacete para convertirlo en un hotel es una decisión de la que nos felicitamos. Ahí está la casa, hermosa, dueña del jardín, enhiesta de tejados y ventanas acristaladas. En ella el estilo exquisito del establecimiento que lleva Casa Conrado es el de Inés Luna, la misma de la que habla José Antonio, el guarda, con reverencia mientras nos abre la capilla para que la veamos.
La casa de Inés Luna Terrero
Extrañas leyendas y hechos sorprendentes pretenden justificar la despoblación de los municipios de Castilla y León. Entre algunas de ellas, he aquí una que concierne a la casa de El Cuartón de Traguntía y que dice así:
Ante todo quiero aclarar que no todo es cierto, como se dice al principio, muchas de las cosas aquí vertidas son bulos y leyendas tasmitidas por la gente del lugar, queriendo muchas veces exagerar y menospreciar la vida de una persona que resultaba extraña paraa las gentes que nunca habían salido del entorno
Al oeste de Salamanca el lugar, conocido como El Cuartón, está cerca de la localidad de Vitigudino y se trata de un despoblado donde existe un palacete. En este edificio habitó durante la primera mitad del pasado siglo, la famosa doña Inés Luna, la Bebé, como era conocida, solterona millonaria y caprichosa, que lo acondicionó con todo esplendor. Tenía luz eléctrica, agua corriente, bellos jardines, una preciosa ermita, estanque con cisnes todo ello rodeado de un bello paisaje jalonado de encinas.
Decoró su interior con las valiosas pinturas y esculturas que trajo de sus numerosos viajes por medio mundo. Esta singular dama, que según dicen estuvo a punto de casarse con el general Primo de Rivera, vestía a la última moda, fumaba en público y conducía su propio automóvil.
El lugar no había sido elegido al azar. Existe una leyenda que asegura que últimamente, durante las noches, se oye por la casa pasear a un fantasma, se supone que el misterioso espectro que deambula por allí no es otro que la famosa aristócrata. El lugar se encuentra en una finca particular propiedad de la fundación Inés Luna Terrero. El edificio estaba en ruinas, rodeado de un gran jardín con espesa maleza. En el interior se podía observar algunas pinturas en la pared que denotaban la riqueza y el lujo con el que estuvo adornada aquella mansión. El temor, era el peligro de que el edificio se desplomara, pero he de confesar que el aislamiento, la soledad y el silencio, junto a la leyenda que se cuenta del lugar, también puedían influir en el ánimo del visitante.
Inés Luna Terrero
Hija unica, y por lo tanto heredera de sus antecesores, con apellidos ilustres algunos de ellos, recibió un grandioso patrimonio. Tuvo una apasionante y azarosa vida que llegó a convertirla en una leyenda viva, adorada por muchos y desprestigiada por otros tantos.
Sus progenitores las llamban Bebé, Beberín, Michines, Bicharraco y Mimichinotes, quedando el nombre de Bebé con el que se la conoció familiarmente y también popularmente en Salamanca, aunque con una marcada entonación pervertida por parte de los salmantinos.
En algunos medios se le define como una interesante y original mujer del modernismo español, una elegante de la alta sociedad, de sangre noble y burguesa, inmersa en la primera etapa del siglo pasado.
Nació en Bagneres de Luchon (Francia) el 2 de Julio de 1885. Hija de Carlos Luna Beovide, que fue la persona que trajo la energía eléctrica a Salamanca y de Inés Terrero, que tenía propiedades por toda la provincia, estableciendo su residencia en la finca de El Cuarton (Traguntia) donde pasó gran parte de su vida. Igualmente tenía casa en Madrid, en las calles Zurbano, Paseo Recoletos y Fernando El Santo.
Alternaba la vida en la finca con frecuentes viajes a Madrid, Francia, Inglaterra o Italia. Su vida en esa localidad salmantina supuso un choque frontal con las costumbres de la época en la comarca de Vitigudino. La propia casa era un vivo reflejo de su existencia burguesa y extravagante, rodeada de jardines con varios cuartos de baño, esculturas de mármol, piscina alfombras de pieles exóticas, lámparas de Venecia, capilla e incluso en la época luz eléctrica. En la memoria publicada por Salvador Llopis se dice que llegó a ser amante de Miguel Primo de Rivera, y la pretendió el Conde de Alba de Yeltes, Gonzalo Aguilera Munro.
Inés, era muy aficionada a las fiestas, a vestir con pantalón, fumar tabaco y otras hierbas y portar armas de fuego. Hablaba siete idiomas, contaba con la compañía de una mis inglesa y tenía una gran pasión por el ganado bravo, que le hizo formar varias ganaderías, hasta tal punto que daba de comer directamente con la mano a un toro bravo llamado "Cara sucia" amansado por ella. Su afición le llevó a acoger a algunos toreros famosos como los hermanos Bienvenida.
A su muerte en Barcelona el 8 de febrero de 1953 como consecuencia de un cáncer de mama entre otras graves dolencias, y como consecuencia de morir sin testamento y sin herederos directos, el Estado se hizo cargo de sus bienes y se creó con parte de ellos una fundación benéfica que se denomino Fundación Inés Luna Terrero.
El cineasta Basilio Martín Patino, ha recreado su leyenda en su película “Octavia” y en su montaje maravilloso “Espejos en la niebla”
Parte de su legado está en La "Fundación Inés Luna Terrero de Salamanca", y sus restos enterrados en una iglesia del pueblo de Vitigudino, en Salamanca.
Paisaje y descripción del personaje.
Iniciamos un viaje por el tapete vigoroso y apartado de encinares y robledales que se extiende entre Vitigudino y La Fuente de San Esteban, al oeste de la provincia de Salamanca. Territorio de profundas soledades y lejanos horizontes, la Vetonia prerromana en estado puro, teñida en estas fechas crepusculares con la gama lujuriante de verdes y ocres del otoño.
Conocíamos el paisaje, pero el destino nos ha permitido ahora el encuentro con el fleco inopinado de Inés Luna Terrero, el ama del Cuartón de Traguntía, que es como era conocida entre el vulgo en su época.
Inés Luna, hija única de acaudalada familia y heredera de un patrimonio fabuloso, fue una mujer fascinante, sin duda, una fémina sin igual, muy adelantada a su tiempo, primer tercio del siglo XX.
Su inmensa fortuna le permitió realizar numerosos viajes por el mundo, gracias a los cuales trabó amistad, por ejemplo, con muchos de los artistas que se congregaban en el París de la Belle Époque. Aquel universo de glamour, vinos, rosas, aires de libertad y vanguardias artísticas esculpió en nuestra protagonista una personalidad singular, que sorprendía y escandalizaba a los lugareños y a la aristocracia y burguesía salmantinas durante las temporadas que pasaba en sus dominios de Traguntía.
Más aún, por supuesto, por el hecho de tratarse de una mujer, pues vestía pantalones, como un hombre, conducía un automóvil, fumaba cigarrillos y opio en aquellas largas pipas tan características de los Happy Twenty, le encantaban las armas y dispararlas, y gustaba de bañarse en pelota picada, en compañía de una bella miss inglesa, en una de las primeras piscinas que se construyeron en la provincia salmantina. O sea, demasiado para los infelices aldeanos circundantes, algunos de los cuales, que la conocieron de niños, todavía la recuerdan con fascinación y acaso también con una pizca de morbo.
No conforme con este rastrillo de excentricidades suntuosas y excesivas, Inés Luna hizo construirse junto a la casa una pequeña capilla de estilo bizantino en pleno corazón del Campo Charro, pues, en vez del rito católico tradicional de estas tierras, profesaba el maronita, una variante oriental del catolicismo con arraigo en Asia Menor. Puede uno imaginarse, por tanto, el estupor que estas vanidades de doña Inés causaban entre las gentes de los contornos en aquella España gris, mísera y doliente.
Cuentan también, como se ha dicho antes, que fue amante del general Primo de Rivera, con el que tuvo encuentros en París y con el cual, al parecer, estuvo a punto de casarse, a petición del viejo dictador. A la muerte de Inés, se buscó por toda la casa restos de correspondencia entre Inés y Primo de Rivera, sin obtener resultado, a no nser por una criado que sabía el lugar donde Doña Inés las guardaba. Las cartas fueron confiscadas por el Gobierno y nunca se desveló el contenido.
Anteriormente tuvo durante varios años relaciones que no cuajaron, con un oficial de caballería de ascendencia burguesa, quien la engañaba con otra dama con la que alternaba esta relación y con quien al final se casó el militar.
Nos topamos con la personalidad desbordante de Inés Luna Terrero en El Cuartón que era la dehesa familiar más querida de Inés Luna. En medio de ella se asentaba el palacete familiar, restaurado recientemente tras décadas de abandono y que se ha convertido hoy en un singular e inesperado establecimiento hotelero en medio del apretado bosque de quercus que caracteriza el lugar, con trece lujosas habitaciones y un restaurante de esmerada cocina, sorprendente en estos apartados parajes, de la cual fuimos afortunados testigos.
Así pues, el Cuartón era la clave de un lugar diferente, paradisíaco, rodeado de naturaleza casi virgen, ideal para evadirse durante unos días del mundanal ruido y sentir por momentos el glamour y la pasión artística que envolvió la vida agitada de Inés Luna, cuya personalidad exuberante sigue impregnando las piedras del edificio y su amplio entorno ajardinado.
Al recorrer las estancias del hotel, denota su decorado con un gusto exquisito, habitaciones amplias y lujosas, así como los edificios de alrededor como por ejemplo, la galería de arte moderno, que no deja de ser una excentricidad en consonancia con las de la antigua ama de El Cuartón. Arte moderno en el interior de ese otro museo al aire libre que es esta naturaleza privilegiada del oeste salmantino.
En cualquier rincón surgen detalles que permiten exhumar costumbres de Inés Luna: las caballerizas donde se guardaba su automóvil, un pequeño teatro al aire libre donde se hacían representaciones durante las numerosas fiestas que se organizaban en la casa, de las primeras con luz eléctrica; la bañera, tan antigua y tan moderna; el sistema de agua corriente, novedoso asimismo en aquellos años en que lo habitual de las gentes, incluso de las pudientes, era cagar entre los carrascos o tras las tapias; los antiguos radiadores, de estilo modernista, conservados hoy solo como elemento decorativo, la sicalíptica piscina, lugar de esparcimiento y amores prohibidos...
La escritora Charo Alonso
Aquí os dejo un artículo de la profesora y escritora Charo Alonso que dice mucho de Inés Luna, con motivo de la restauración de la casa de El Cuartón:
“Inés Luna ha vuelto a su casa”. Estas son las primeras palabras que la emoción me deja decir mirando hacia la capilla restaurada que la dueña de este palacio de ensueño, erigido en medio de la dehesa, construyó enamorada del culto maronita. Porque estamos en su casa, en El Cuartón de Traguntía, porque hablamos ante las gentes de la zona que la conocieron, que la amaron, que la discutieron… Porque nos escucha Nati, quien la recuerda como una mujer “normal, que hablaba con nosotras. Las de Traguntía, veníamos a hacer teatro a El Cuartón, con ella”; porque además de los que fueron sus gentes, hablamos ante el concejal de Cultura de Vitigudino, un atentísimo Francisco Javier Zudaire y, sobre todo, ante el sobrino de Consuelo del Álamo, la mujer que acompañó hasta el final a nuestra protagonista.
No es fácil evocar a Inés Luna en su casa, en su jardín de ensueño donde plantó rosaledas, plantas que le surtieron de Madrid los mismos que atendían a la Casa Real, su jardín de caminos de piedra, de estanques y estatuas –estatuas como la que disfrutan en Vitigudino sin que se sepa que es de Inés, un olvido que el concejal de Cultura nos promete subsanar–; el jardín de los cedros que le trajeron de El Líbano y que competían en belleza con las achaparradas encinas de la dehesa de Salamanca. Un jardín que circunda la casa como un abrazo de bardas de piedra, un jardín habitado por la inusual primera piscina de la provincia, la capilla maronita ahora blanca e impoluta, la encina a la que se subía por una escalerita de piedras para contemplar su heredad.
No es fácil evocar a Inés Luna en su casa, a la Bebé, como le llamaban aquellos que pertenecieron a su historia y que ahora nos miran, llenos de recuerdos, de imágenes y de anécdotas, a Alfredo García Vicente y a mí. Para ellos, para las gentes de Traguntía, de Pozos de Hinojo, de Peralejos, de Vitigudino, es parte de su vida; para mí, es el regalo que se ha convertido en libro; para Alfredo García Vicente, parte de su historia familiar compartida con Macu Vicente, la autora de Centenares y de las fantasías de niño criado casi a las puertas de esta finca.
Invitados por Belén, representante del pueblo de Traguntía, y por Carlos Mezquita, quien mejor conoce la historia de este lugar primero perdido en el olvido y que él definió en la película de Martín Patino como “La crónica de una desolación”, Alfredo y yo venimos a hablar de Inés a quienes la conocieron. En mi caso, desde el deseo de reparar el daño que la historia y los intereses han convertido a Inés Luna en una nota a pie de página de la extravagancia y la inexactitud y con el privilegio de estar acompañada por un investigador tenaz y riguroso, un experto en arte hijo de la zona que no solo siente esta historia, sino con sus largas horas ante los archivos y sobre todo, con sus pesquisas casi detectivescas, está desmitificando todo cuanto se dijo sobre Inés Luna Terrero, Alfredo García Vicente.
Su magistral dominio del tema y las desconocidas hasta la fecha imágenes con las que nos obsequió a todos nos sumieron en un silencio reverencial. Ante nosotros, junto a su casa, en medio del jardín, las fotografías de una biografía que recorre el siglo en toda su grandeza, singularidad y desolación final, nos devolvió otra Inés Luna. Cercana, humana, fuerte y valiente, entregada y caprichosa también, pero sobre todo, profundamente conmovedora.
Tras años de abandono y expolio de la casa, de la Liberty House, de Inés Luna que las gentes de Traguntía denunciaban en vano, la recuperación por parte de la Fundación Inés Luna Terrero del del palacete para convertirlo en un hotel es una decisión de la que nos felicitamos. Ahí está la casa, hermosa, dueña del jardín, enhiesta de tejados y ventanas acristaladas. En ella el estilo exquisito del establecimiento que lleva Casa Conrado es el de Inés Luna, la misma de la que habla José Antonio, el guarda, con reverencia mientras nos abre la capilla para que la veamos.
La misma con la que nos sirven un café frente al atardecer de la dehesa, mientras el sol se pone tras el paseo de los enamorados, la barda de piedra que separa el jardín cuidado, el jardín francés, el jardín inglés, de la dehesa. Más allá están las tierras de la familia de Alfredo García Vicente, quien me señala emocionado que Inés Luna vería este mismo atardecer desde sus ventanas emplomadas de colores. La misma Inés por la que juraba en arameo su padre porque los conejos de su finca, descuidada, se comían los sembrados que eran el sustento de la familia. Luces y sombras sobre este lugar encantado. Un lugar que ella, rica heredera, eligió para vivir, en la casa que ya existía llamada ‘Vivienda’ en tiempos de su abuelo senador, Don Antonio Terrero, y que luego construyó, a pie de obra, desde el momento en que Natalio Velasco le dijo por carta que ya estaban echados los cimientos, Carlos Luna Beovide, el pionero que trajo la luz a Salamanca y que ahora estudia el catedrático de electrotecnia Eladio Sanz.
Juntos, Eladio y Alfredo representan el rigor del documentalista, yo soy la afortunada dueña de la evocación literaria de quien aún mantiene vivo su poder de fascinación. Todos estamos atrapados por Inés, las gentes de Traguntía que la siguen llamando ‘La Bebé’ y que nos escuchan quizás sin estar de acuerdo con algunas cosas que decimos, pero sí con infinito respeto y atención; los que trabajan en El Cuartón y hacen de la casa de Inés un hotel de lujo convertido en uno de los espacios con mayor encanto y profesionalidad en la provincia de la mano de Conrado; aquellos que están dispuestos a seguir investigando sobre los Luna y a seguir escribiendo sobre doña Inés… y sobre todo, atrapado por el tiempo en el que le tocó vivir, por la historia de una desolación, de una heredad malograda, está Carlos Mezquita, que comparte con Inés Luna el amor a esta tierra, su raigambre en ella, su generosidad para abrir su casa, sus conocimientos, su sabiduría.
Yo evoco para ellos a una mujer capaz de viajar por el mundo y regresar a hacer teatro con las mujeres de Traguntía entre las que se encontraba Nati, a quien miro con profunda reverencia, evoco a una mujer que mandaba llamar al herrero de Vitigudino para que le hiciera una pajarera y que caminaba al paso lento del mejor de sus criados, el fiel Quico, quien con Consuelo del Álamo fueron su familia en los años desgraciados.
Estamos todos fascinados por Inés, atrapados por el misterio de Inés, un misterio que, gracias a las investigaciones de Alfredo García Vicente, no lo es tanto. Por eso la sentimos cerca, perteneciente a nuestra historia, a nuestros deseos de un mundo más feliz, más lleno de belleza, de jardín cerrado, de árboles, de lujo quizás… y lo hacemos en su casa, en la que ahora es de quien se acerque a visitarla… sin embargo… hay una emoción extraña que va más allá de las bardas de su jardín, de su casa de heredera... Una mujer con sombrero recorre el jardín de cedros, rosas, romero y encinas. Llama a Quico y pide el coche que ella misma conduce, un cigarro entre sus dedos enguantados. Baja a Traguntía a oír misa, se dirige con Consuelo a comprar telas el martes a Vitigudino… pero regresa a su casa de El Cuartón. Y a nosotros solo nos queda esperar que verdaderamente regrese a descansar en su capilla encantada. En paz por fin, conjurada la desolación, la suya y la de una tierra que no merece el olvido. Ir a Charo Alonso
Alfredo García Vicente
La publicación en el año 2000 por D. Salvador Llopis del primer libro sobre Inés Luna: La prócer dama Dª Inés Luna Terrero,
dio a conocer la vida de esta señora y su familia, a muchas personas
que, o bien apenas habían oído hablar de ella, o que por ser de la
comarca de Vitigudino, si tenían conocimientos de su vida y andanzas,
pero envueltas en leyendas fantasías y misterios, que rodeaban al
personaje de un aurea de irrealidad.
Unos
años más tarde, en 2006, y por una serie de casualidades que no hacen
al caso, una prima lejana, Macu Vicente, se embarca en la gran aventura
de hacer otro libro: Centenares, de no menor mérito y éxito que
el primero, aunque éste más enfocado a la odisea que sufre nuestra
común familia: Los Velasco, en su forzado exilio, desde la finca El
Cuartón de Traguntía donde eran montaraces y renteros de los padres y
abuelos de Inés, a los Campos Carniceros de Centenares. Eran los
inicios del S.XX.
Hay que citar el
excelente trabajo cinematográfico, paralelo y complementario al libro de
Macu, realizado por el gran director de cine de Lumbrales Basilio
Martín Patino que se tituló Espejos en la niebla y que ha dado
pie a múltiples exposiciones por todo el país. En agosto, el viernes 21
de agosto, se anuncia una nueva proyección en Monleras, dentro de un
homenaje a Basilio Martín Patino.
Otros
dos libros más han aparecido, aportando cada uno aspectos que aclaran y
complementan el conocimiento de ésta gran señora. El magnífico libro de
Luis Arias González: Gonzalo de Aguilera Munro, XI Conde de Alba de Yeltes…analiza con detalle la personalidad atrabiliaria y heterodoxa del único novio bien documentado de Inés Luna, desde 1909 a 1913.
Y otra delicia literaria sobre Inés Luna nos la ha brindado recientemente la escritora Charo Alonso con su libro Dama Luna, en
el que Inés en su lecho de muerte, pasa ante sus ojos la película de
toda su vida. Lirismo, poesía, nostalgias de una vida llena de luces y
sombras, que se niega a abandonar.
Hecha
esta introducción quiero justificar mi interés casi enfermizo por la
figura de Inés. Me ha atraído su vida desde bien pequeño por ser a la
vez cercana y lejana físicamente. El Cuartón y su casa misteriosa con
“muchos tejados” lo veía a todas horas desde Moronta, que limita con él
en el paraje conocido como Vandoncil. Un lugar lleno de peligros, según
nuestros padres. Toros bravos escondidos entre las escobas, perros
feroces, bastardos largos y gordos que se “tragaban conejos enteros”… y
por si fuera poco, un guarda (Quico) alto y forzudo que sorprendía a
todo el que osara pasar las paredes de El Cuartón.
La
mujer que allí vivía tenía también un halo de misterio, pues sobre su
vida y aficiones circulaban múltiples leyendas y fantasías, falsas la
mayoría. Queda claro con todo esto, que para los niños de la escuela se
daban los ingredientes de un Harry Potter de los años 50.
Mi
primer recuerdo real de Inés Luna tuvo lugar cuando, estando en la
escuela con mi maestro de primaria, D. Paco, éste entró muy alterado y
nos mandó salir al recreo: “Me acabo de enterar que se ha muerto la BB en Barcelona”. Luego he sabido que era el 7 de febrero de 1953, y a la sazón yo tenía 8 años.
En
2005 para el libro de Centenares colaboré con mi mujer Mati en tareas
“de campo y sacristía” ayudando a Macu a identificar con fotos datos y
documentos la diáspora de las 8 familias Velasco repartidas por toda la
geografía. Entonces el archivo de la familia Luna no estaba abierto a
consulta, como hoy, y la tarea era ardua y desalentadora.
El libro “Centenares” arranca con el desahucio de los Velasco que se produce en noviembre de 1901 y la causa no es otra que el “encaprichamiento”
de Inés con un primo carnal de mi abuela materna Mª Luisa, llamado
Froilán, hijo de Natalio Velasco, criado de Carlos Luna. Que dicen que era guapo y cantaba bien.
“Tu
hijo, no la mires, no le digas nada, no le hagas caso… que como se
enteren los padres, nos echan de aquí. Es que se viene conmigo a arar y
se sienta en la punta de la besana, hasta que doy la vuelta”.
¡Qué
bonito sonaba en labios de mi abuela y mi madre esta primera aventura
entre la señorita Inés de 15 años y Froilán, el criado de 19!. El tema
da mucho de sí en el cine o la literatura, pero en la vida real acabó
con la expulsión de todos los hermanos y cuñados, con un eufemístico
motivo: “razones de alta moralidad”.
En
septiembre de 1899 se casan mis abuelos en Traguntía e invitan a la
boda a los padres de Inés, D. Carlos y Dª Inés. Éstos no van, pero
regalan una bandeja y unas copas modernistas y un enorme abanico de
plumas de avestruz, perfectamente inútil en casa de unos campesinos, a
no ser que el fin fuera el que sagazmente intuyó mi listo abuelo
Gregorio: El abanico es porque nos van a dar aire. Y se lo dieron.
Sobre
Inés Luna “La B.B.” se han dicho muchas inexactitudes, bulos y
fantasías: de su vida de lujo, de sus excentricidades, caprichos,
carácter, amores, y muchas cosas más. Se debea
la falta de datos veraces y documentados al no existir la posibilidad
que hay ahora de consultar los archivos de la fundación. Ya sabemos lo
que ocurre con las trasmisiones orales, que tergiversan y deforman los
hechos.
Pero si hay un hecho nunca
hasta ahora aclarado, si tuvo hijos, propios o adoptados. Han circulado
sobre todo por la zona de Vitigudino y Ciudad Rodrigo varias versiones
al respecto:
Que tuvo una hija de
soltera y la entregó al hospicio de C. Rodrigo. Ésta hija, sin saber ni
cómo ni cuándo, acaba de criada, cuidando de un señor en Puebla de
Yeltes. Allí muere en 1991 y es enterrada en su cementerio bajo una cruz
de mármol blanco que pone María de la Iglesia. No se sabía su origen ni
el nombre de ningún familiar. Solo que era de “gente bien”.
He
trabajado desde hace años sobre esta posibilidad sin llegar a nada
concreto. Al final los datos no concordaban y lo di por una leyenda más.
Otra
versión con ligeras variantes (y en el fondo en parte cierta, como
veremos más adelante) dice que sacó a una Niña de la Casa Cuna de C.
Rodrigo y que "cansada de su crianza, la devolvió”.
Analizados
los libros de registros del Hospicio, de todas las Niñas que entran o
salen desde 1900 a 1935, no encuentro tampoco ninguna pista ni
coincidencia.
El asunto se complica
cuando recientemente se ponen a disposición pública los fondos de la
familia Luna Terrero en el Archivo Histórico Provincial, pues de la
correspondencia entre Inés y Gonzalo de Aguilera, aquella conservó casi
100 cartas del Conde de Alba de Yeltes.
Luis
Arias, en la magnífica biografía de Gonzalo, habla de dos de estas
cartas que aquel le dirige a Inés en el primer año de noviazgo. En la
del 11 de octubre de 1909 se refiere a una Niña huérfana de El Cuartón a
la que Inés había tomado mucho afecto, a la que daba catequesis, y
procuraba escolarizar. Se lo censura diciéndole:
Quieres enseñar a la chica quien es Dios. ¿Lo sabes tú? eso no lo sabía ni San Agustín.
Y en otra carta de ese mismo año con fecha del 14 de noviembre de 1909 se vuelve a referir al mismo tema: Haces
mal en meter a la chica esa en un colegio, no la enseñaran más que a no
agradecerte nada, mejor que la eduques para criada, que el tener una
buena y fiel es muy difícil de encontrar hoy en día.
Leyendo estos párrafos, se desvelan las ideas que Gonzalo tenía sobre la Religión y la servidumbre, pero surge la existencia en el Cuartón, de una Niña “huérfana” atendida por Inés cuando ésta tiene 24 años.
Esa
Niña, ¿de dónde ha salido? Hija de Inés es imposible por dos razones
sobre todo: la primera que si fuera hija de ella, Gonzalo no hablaría
así, y la otra es que en esos años hay familia de mi abuela trabajando
con los Luna en otras fincas suyas como El Huelmo, La Brecerilla o
Cuadrilleros. Sin duda lo hubieran dicho y mi abuela y mi madre lo
sabrían. Tampoco he podido encontrar en los registros parroquiales de
Pozos de Hinojo rastro de esta Niña, que en un principio identifique sin
seguridad con la de Puebla de Yeltes.
Llegado
a este punto, empiezo a estudiar documentos de la Familia Luna Terrero
en el Archivo Histórico Provincial, y enseguida me atiende, para una
duda de localización, el Director del mismo, D. Luis Miguel Rodríguez
Alfageme. Se interesa por mi trabajo y me sugiere posibles fuentes de
localización.
Pero para mi sorpresa, pues esto no es lo habitual, me llama a los pocos días para decirme que tiene lo que tanto he buscado: el expediente completo de prohijamiento de Inés Luna Terrero.
Bajo corriendo al archivo y me muestra un expediente con 65 documentos
ordenados, y que se custodiaban en el archivo del Gobierno Civil
provenientes de la Junta Provincial de Beneficencia.
Ha
sido por tanto el interés del Director del archivo y la buena memoria
de una funcionaria que trabajó en su catalogación hace tiempo, los que
han hecho que este asunto se haya aclarado, ya que hasta ahora ningún
libro ni publicación, que yo sepa, lo ha tratado. Que conste mi
agradecimiento desde aquí. El mérito es de ellos.
La fustrada hija asturiana de Inés Luna
De
forma resumida, ya que el tratamiento a fondo daría tema para un
libro, vamos a ver el proceso mediante el cual Inés Luna adoptó a una niña, que luego resultó tener una enfermedad mental, y que tras varios
años de sufrimientos y reclusión en colegios, trató de reintegrar a su
familia, no sin gran esfuerzo hasta que pasados cinco años, se le dio
autorización para hacerlo.
Voy a
tratar el hecho de forma cronológica, lo que sin duda será importante
para comprender sobre todo, la forma en que se llevaban estas causas en
los años de la Guerra Civil y siguientes.
El
29 de Octubre de 1937 Inés Luna de 52 años, presenta en el Ayuntamiento
de Pozos de Hinojo una instancia dirigida al Excmo. Sr. Gobernador
Civil-Presidente de la Junta Provincial de Beneficencia de Salamanca. En
ella suplica Le sea concedida para acogerla de forma permanente,
una Niña huérfana de padre y madre, de 3 a 5 años que se encuentre en
Asturias, Bilbao o Andalucía (sic). Se compromete a cumplir fielmente
las obligaciones que con dicho motivo imponen los preceptos legales.
Estamos
en plena Guerra Civil, Miss Max se ha ido de España por ello, e Inés se
encuentra sola. Esta puede ser una razón de esta solicitud de adopción.
A
la vez la Junta Local elabora un informe sobre los aspectos relativos a
Inés Luna que envía al Sr. Secretario de la Junta Provincial de
Beneficencia de Salamanca. Dice lo siguiente:
Concepto
moral: por ser una señora que reside poco tiempo en este término
municipal, no se la conoce bien, pero se la considera buena.
Concepto religioso: lo mismo se hace constar que en el anterior concepto, no teniendo tampoco noticias que sea antirreligiosa.
Concepto
económico indicando ingresos: A juzgar por las fincas que posee en esta
provincia ha de tener bastantes ingresos, que ascenderán sus rentas a
gran número de miles de pesetas.
Informe sanitario: goza al parecer de buena salud.
Firmado por el alcalde y secretario de Pozos de Hinojo.
Recibido
este informe de la Junta Local, se solicitan antecedentes al señor
Comisario de Investigación que elabora este curiosísimo informe.
(Estamos en plena Guerra Civil).
“Dª
Inés Luna Terrero, en cuanto a su conducta político social se refiere,
no llegó nunca a mezclarse en estos asuntos, fue siempre de derechas y
amante del orden y en relación con el Glorioso Movimiento Nacional ha
dejado mucho que desear cometiendo hechos no propios de una verdadera
patriota”
“Su conducta con
relación al Glorioso Movimiento Nacional, es debido a que la cuantía de
sus donaciones para las suscripciones patrióticas no han estado en
relación con su importante fortuna personal.
Remitida al excmo Sr. Gobernador General del Estado,en Salamanca a 20 de diciembre de 1937.
El
25 de enero de 1938 el Gobernador Civil de Oviedo comunica al
Gobernador General de Valladolid la existencia de una Niña en el
Principado de Asturias, huérfana de padre y madre de tres años de edad.
Se indica el nombre y apellidos de la Niña, el de los padres fallecidos y
un abuelo vivo, así como la localización de la aldea, concejo, y
parroquia en las cercanías de Luarca. (Datos que omito por razones de
privacidad).
El Gobernador General de
Valladolid envía la notificación a la Junta Provincial de Beneficencia
de Salamanca el 29 de enero de 1938. El 4 de febrero siguiente es
notificado al Alcalde de Pozos de Hinojo para que a su vez lo comunique a
la interesada Inés Luna. La adopción está en marcha.
Pero
sin embargo, y sin que sepamos cual es la causa, a Inés se le entrega
OTRA NIÑA con distinto nombre e iguales apellidos y del mismo lugar, con
siete años de edad. Es lógico pensar que era hermana de la anterior,
pues más tarde en un juicio de faltas contra Inés, la Niña reconoce
tener hermanos más pequeños.
El
siguiente documento con fecha 25 de octubre de 1938, es un largo escrito
dirigido al Excmo. Sr. Gobernador Civil-Presidente de la Junta
Provincial de Beneficencia de Salamanca por Inés Luna en el que expone
con detalle que la Niña tiene un comportamiento de “enferma mental”. Así
lo atestiguan informes del médico de cabecera y un certificado médico
del director del Hospital Psiquiátrico Dr. D. Ángel Domínguez
Borreguero.
Pide que la Niña sea
ingresada para su curación en un centro psiquiátrico, corriendo ella con
todos los gastos de traslado y estancia hasta que sea declarada curada,
en cuyo caso se volverá a hacer cargo de ella, o incurable.
Al
propio tiempo solicita otra Niña huérfana de padre y madre por “causa
de la guerra, en zonas liberadas”, que no sea mayor de 3 años o incluso
lactante.
El certificado médico dice:
El
día 3 de octubre de 1938 se presentó en mi consultorio Dª Inés Luna
Terrero con su hija adoptiva (…) de 8 años de edad informándome que
desde que la recogió en el mes de febrero del mismo año la ha venido
observando trastornos de conducta: negativa a estudiar y a veces a
comer, mentirosa, terca, sucia, expresa odio hacia su madre adoptiva y
asegura que toda su conducta está inspirada en el deseo de hacerla
rabiar. Presenta una cicatriz en la región frontal manifestando fue
producida por golpe de un familiar por ser mala. Todo ello hace
sospechar la existencia en esta Niña de una enfermedad mental o al menos
de una psicopatía.
Al día de hoy, y dados los enormes avances en el campo de las enfermedades mentales, lo que padecía la Niña era, un trastorno límite de la personalidad o borderline (abreviado como TLP)
El
25 de octubre de 1938 la Niña es autorizada a ingresar no en un centro
psiquiátrico si no en un establecimiento infantil de carácter docente o
Colegio. El 11 de noviembre de 1938 ingresa en el Colegio de la Inmaculada (Hijas de Jesús) C/ Zamora nº 10 de Salamanca.
Pero
la cuestión se complica para Inés ya que es denunciada ( no sabemos por
quien, se supone que por familiares de la Niña) por “lesiones y malos tratos”. El juzgado de 1ª Instancia de Valladolid ordena el traslado de la Niña a Valladolid y el día 3 de noviembre ingresa en el Colegio de las Francesas (Convento de las Comendadoras de Santa Cruz o Convento de Dominicas Franciscanas) de dicha ciudad.
A primeros de 1939 se celebra el juicio verbal de faltas testificando diversas personas relacionadas con el Cuartón e Inés: Secretario
de Pozos de Hinojo, un vecino de Peralejos de Abajo, el médico de dicho
pueblo, el director del Psiquiátrico antes citado, otro médico de
Vitigudino y el Guardia 1º del puesto de Vitigudino y por supuesto
Consuelo, la conocida ama de llaves de Peralejos de Abajo. (Todos con
nombres y apellidos)
Sus
declaraciones son totalmente coincidentes. Inés nunca ha infringido
malos tratos a la Niña, salvo algún cachete o zarandeo cuando está se
ponía insoportable o hacía verdaderas travesuras, que en otro escrito al
Gobernador muy extenso, Inés describe con detalle. No lo reproduzco por
su carácter escabroso y escatológico. Por ejemplo, al darle catequesis,
estaba distraída y decía que no estudiaba el catecismo “porque ella no quería a Dios”.
El
fallo es totalmente favorable a Inés. No ha habido malos tratos y se
declaran de oficio las costas del juicio. La Niña es ingresada por orden
del Gobernador Civil en otro colegio vallisoletano: el de Nª Sª del Rosario de la Comunidad de Dominicas de C/ Santiago nº 74, corriendo con todos los gastos su madre adoptiva.
El
17 de agosto de 1939, Inés envía un nuevo escrito al Presidente de la
Junta de Beneficencia de Salamanca en el que expone entre otras cosas,
que la niña sigue igual y que ninguno de los Colegios quiere hacerse
cargo de ella. Solicita por vez primera “desposeerme de ella definitivamente y entregarla a sus familiares”.
El
14 de octubre del mismo año, la Junta Provincial le comunica la
denegación a su solicitud de rescisión de la adopción de la niña. Se le
insta a que la ingrese en otro colegio docente hasta que se tomen
decisiones definitivas. Correrá con todos los gastos.
El
8 de enero de 1940 hay recibos pendientes de pago por parte de Inés
que le son reclamados por el Colegio, y lo que es más importante, el
ruego de que la Niña sea retirada del Colegio a la mayor brevedad por no
adaptarse a éste.
Es ingresada en un colegio de educandas, cuyo nombre desconocemos y en el mes de agosto de 1941 la Directora envía una carta indicando que la Niña está enferma del pecho, y dados sus antecedentes familiares ( se ha enterado por la familia de ella que los padres murieron ambos tuberculosos) la vayan a recoger pues es un peligro para el resto de educandas que duermen en dormitorios comunes. De no hacerlo “me vería en la necesidad de mandársela en un coche”.
Ahora
Inés se plantea seriamente la “devolución” de la Niña. Envía a través
de un abogado, un dosier de varias páginas al Excmo. Sr. Presidente de
la Junta Provincial de Beneficencia de Salamanca. En él expone todo el
proceso desde el momento en que adopta a la Niña. De forma detallada
describe todas las travesuras que ha hecho y sufrimientos que le ha
dado. Aporta certificados, legajo del juicio ganado y otros testimonios.
Por todo ello suplica: “sea rescindido el compromiso que contrajo respecto a la mencionada Niña, quedando eximida de toda obligación…”
Desde
Salamanca es enviado a Madrid al Ministerio de la Gobernación para la
Dirección General de Beneficencia y Obras Sociales y el 10 de febrero de
1942 es devuelto al Excmo. Sr. Gobernador Civil Presidente de la Junta
Provincial de Beneficencia de Salamanca, con informe favorable siempre
que quede resuelta la situación de la menor.
Debe
volver con familiares próximos si existen y tienen capacidad económica y
moral para acogerla. En caso contrario debe hacerse cargo la Junta de
Protección de Menores.
Se pide el
informe a la Junta Provincial de Beneficencia de Oviedo que contesta el 5
de julio de 1942 en el sentido de haber localizado en el lugar de
origen de la Niña a su abuelo paterno (con nombre y apellido) De posición económica mala pero conducta social, moral y política excelente, siendo adicto a la causa nacional.
Y
de esta forma termina el calvario de ambas. La madre adoptiva que no
tuvo hija y la Niña asturiana que no tuvo madre. Fueron pocos años (7
marzo de 1938 al 5 de julio de 1942) cinco escasos, de los que la
mayoría estuvieron separadas o sufriendo si estaban juntas. Pobre Niña y
pobre Inés.
Alfredo García VicenteEn la actualidad y tras reformarse la casa de El Cuartón de Traguntía, puede verse así de espectacular: Ir a El Cuartón